Una fracción de los hechos se pierde entre parpadeo y parpadeo





lunes, 13 de febrero de 2012

¿Por qué no tenemos plata?

2. Tocarte toah


En la parte de “voy a tocarte toah, esta noche te voy a hacer mi señora” yo estaba triste, pero no mucho, solo lo normal. Estábamos bailando a cierta distancia de la mesa y cada vez que ésta quedaba en nuestro ángulo de visión revisábamos que no se hubieran llevado la botella de aguardiente. Porque eso es normal. A veces pasa alguien y se lleva la botella. O las chaquetas. O las cámaras con todas las fotos de los buenos momentos registrados en los últimos meses, que todavía no están en el computador.


Cuando sonaba poco a poco tú veras que te enamoras, es que tú bailas de una forma que provoca tenerte y tocarte” yo trataba de ponerme al frente de la situación, de bailar más o menos bien y sobre todo de imprimirle al momento algo de la sensualidad de la letra. No sabía bien cómo hacerlo, pero bailar con una copa en la mano parecía mi mejor opción. También levantaba las manos y exageraba el movimiento de las rodillas. Pero entonces vi que a mi lado un desconocido bailaba con más seriedad y le dejaba la parte sensual a su pareja. Eso se veía mucho mejor, más acorde con la naturaleza masculina, entonces bajé los brazos y de vez en cuando tomaba pequeños sorbos de la copa. También neutralicé mi cara de entusiasmo y reduje el rango de espacio en el que pretendía mover los hombros.

Manuela interrumpió el “ pa´ cambiarle esa mente de fresa, hay que consumir como cien tabletas” con un - ¿qué te pasa? que parecía fuera del libreto. Le dije que nada y en un acto de credibilidad me dio un beso y me dijo que me quería mucho. Estaba contenta porque casi nunca íbamos a discotecas y esa noche habíamos accedido a una invitación. Tomábamos mucho aguardiente y nos reíamos sin saber bien de qué. Pero no nos detuvimos en las causas, porque indefectiblemente habríamos llegado a un momento triste, y lo peor, a una condición que no iba cambiar con los años: la de mortales.

Me consolaba ver a Mancho y a Juan Martín, individuos que tampoco sabían bailar y a los que, tal vez, a juzgar por su determinación al hacerlo, les parecía menos importante que a mi. Todos tomábamos tragos para generar pausas innecesarias en el baile. Alguien iba por la botella, servía 6, 7, 8 tragos y los repartía entre las parejas. Yo estaba con Manuela, que era mi novia. La miraba y me daba mucha tristeza que un día se fuera a morir. No sabía cómo y prefería no pensarlo. Ojalá el tiempo ya nos hubiera alejado hasta países distintos y sentimientos muy leves que facilitaran el duelo. Ojalá no fuera de una forma muy trágica, ni estuviera con un novio que, en mi remplazo, hubiera provocado un accidente. Era una idea inoportuna en ese momento (pues estábamos en una discoteca y debíamos pasarla bien) pero al fin y al cabo todos ahí éramos parte de esa versión triste del homínido a la que nos arrastró la evolución. Solo que tratábamos de disimularlo, y eso estaba bien, por lo menos como objetivo. Sin embargo, yo no había podido lograrlo esa noche. Era como si en lugar de pecado, hubiera nacido con una tristeza original y como si esa tristeza fuera reacia a un tratamiento a base de aguardiente y reguetón.

3 comentarios:

@sandsuarez dijo...

Me encantó.

@sandsuarez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

No sabía lo que era hasta que leí 'tristeza original'. Yo pensé que, por desgracia, solo me había tocado a mi porque desde siempre la he cargado ahí. Yo no soy tan discreta, a veces lloro cuando estoy con algunas personas pensando en cuánto las voy a extrañar y en los momentos que no vamos a estar. Nada normal.
Bonita Entrada. JO