Una fracción de los hechos se pierde entre parpadeo y parpadeo





lunes, 23 de mayo de 2011

El abuelo

A veces me despierto pensando en mi abuelo. - Lo mataron, recuerdo. Hace 33 años, a las 6 de la mañana, le pegaron un tiro saliendo de la casa.

Decir que lo mataron no compite en nobleza con las historias de otros abuelos que se murieron de infartos, de cáncer, de viejos. Por lo general los abuelos se mueren en la cama de una clínica mientras las hijas se turnan para entrar a despedirse y los nietos lloran en el pasillo sin entender muy bien lo que pasa. Adentro hay un hombre arrugado, de canas meritorias, que expira con suavidad y se despide entre consejos y bendiciones. Mi abuelo no tenía canas. A mi abuelo, además, lo mató la policía. No medió el heroísmo de una muerte por causas políticas; fue un fusilamiento en la calle, sin ceremonia, una simple caza.

No nos conocimos pero me gusta ser nieto de él.

sábado, 14 de mayo de 2011

8 o 9 personas

En una foto de Facebook está Juanita en Cartagena o en Santa Marta. Tiene una cachucha azul oscura que dice Fuerza Aérea; Ricardo, el novio, la está abrazando. Al lado hay otra pareja. Todos se están riendo y es evidente que los cuatro son muy buenos amigos. En la foto siguiente solo están Ricardo y Juanita en el balcón del hotel.

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Manuela y yo hablamos por msn. Cada vez se demora más para responder. A veces me dice: espera, es que tengo a Sergio al lado. Es que me están sirviendo aguardiente. Es que voy con Sergio en la moto. -No me contestes cuando vayas en la moto, le digo preocupado. - Estamos en un semáforo, me contesta - Tranquilo.

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Anke estuvo de vacaciones en Grecia con su esposo Alexandros. Él es de Parga, un lugar paradisíaco en la costa griega con piscinas naturales, balcones blancos, quesos de cabra y aceitunas recién cogidas. Anke dejó de estudiar enfermería y volvió a su viejo trabajo repartiendo cartas. Vive con Alexandros y tienen un gato.

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Cuando vengo para mi casa paro en la tienda y compro media de aguardiente. La revuelvo con un jugo sintético o le echo tres copas a un vaso grande de cerveza. A veces no me la tomo. Llego muy cansado y me acuesto a dormir. No alcanzo a mirar el techo ni a pensar en nada. Caigo como un bulto sin expectativas ni temores, carne solamente, cansada, gastada del mismo recorrido, dirigida por una mente que deja caer la batuta al suelo.

martes, 10 de mayo de 2011

Los balines



Hoy salí a almorzar con Adriana. Ella es muy alta, de una forma que hace pensar en una jirafa caminando dentro de un apartamento. Tiene algo en la garganta, una bola, y tiene poquito pelo. Casi siempre dice que le parezco muy tranquilo y se ríe cuando hago cara de bravo o imito a alguien que saca un revólver de la chaqueta. Me parece muy fea, mucho, sobre todo cuando se ríe y se le ven las encías que poco a poco le han ganado terreno a unos dientes pequeños que mancha de colorete sin darse cuenta.

Hoy pedí pescado y ella carne en salsa. Los dos pedimos limonada, de la que viene con el menú del día en un vaso pequeño.


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Uber es el mensajero y de alguna forma el lado femenino de la empresa, su reina, un símbolo. Es respetuoso y muy pulcro. Vive con la mamá y es el tipo de homosexual que uno supone que se dañó en un paseo con los primos o acampando con los amigos del barrio. Está pendiente de todos los detalles; organiza los cubiertos en los desayunos empresariales, quita los pétalos secos de las flores que hay en la gerencia y organiza los turnos para calentar el almuerzo en la cocina. Cuando el equipo de la empresa juega un partido, uno escucha las porras de Uber en la tribuna, sus comentarios sobre las jugadas notables, su emoción cuando grita gol.

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Dicen que uno se aferra a los símbolos. Por eso surgió el nacional-socialismo, porque en épocas de crisis los símbolos cobran fuerza y la gente los abraza sin mucho debate previo. Cuando era pequeño salía a la calle con una caja de fósforos vacía y la llenaba de cosas. De imanes, insectos muertos, monedas y balines. Era una colección misteriosa. La escondía en una zapato que mi papá nunca se ponía y cuando no había gente en la casa, sacaba la caja, la abría y miraba lo que había adentro como si me lo hubieran prohibido.

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Uber no sabe que lo van a echar, pero lo presiente. El gerente lo vio repartiendo refrigerios en un evento por fuera de la empresa y ahora Uber no entiende que por esa causa me hayan obligado a abrirle un proceso disciplinario. - Me pidieron el favor, Jorge. - Me pidieron el favor. Yo trato de poner la cara en otra parte como si le fuera a disparar a un perro en la cabeza y le digo que se vaya, que vuelva más tarde.

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En algún momento saqué la caja del zapato y regué las cosas por ahí. Creo que cambié los balines y las monedas por otra cosa que no sé qué es, pero que también se me perdió ya.


domingo, 8 de mayo de 2011

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A veces paso por la casa donde vivíamos cuando nací. En la esquina venden bloques de queso costeño y presas de pollo amarillentas, envejecidas en el congelador. En la mitad de la cuadra hay una casa verde y blanca, destartalada, con pedazos de zinc que sobresalen por encima de la madera roída. A veces la puerta está abierta y se ven unas escaleras de pavimento liso, sin baranda, que conducen al segundo piso. Por el borde baja un hilo de agua verde y despaciosa que llega hasta el descanso de la entrada. Me imagino a mi mamá tratando de hacer un mejor lugar de esa pocilga. Intentando tener la casa libre de pulgas para mi nacimiento; adornando con matas los rincones; desinfectando los baños; llenando el espacio entre las camisas con bolsas plásticas nuevas, todas transparentes.




miércoles, 4 de mayo de 2011

Noticias sin volumen

Soy un buen ciudadano. Hago bien mi trabajo, sin exagerar; no protesto ni me cuestiono sobre el rumbo de la humanidad; me gasto la hora del almuerzo sentado en un restaurante frente al televisor que pasa noticias sin volumen, viendo sin mucha emoción las variaciones leves de los días: un llamado de atención del jefe, un jugo de otro sabor, el comienzo de una pequeña enfermedad.

Hay una condición diferente que está relegada a momentos aislados, desperdigados por el fin de semana. Es una inquietud que está por encima del trámite, muy diferente a la ansiedad que produce tener vacíos al mismo tiempo el tanque de gasolina y la billetera.

En esos momentos pienso, por lo general, en el tiempo. Veo a mi hermana dormida y recuerdo que un día, uno de los dos va a recibir una llamada y habrá un silencio o un grito consecuente: la muerte del otro.

domingo, 1 de mayo de 2011

Un hecho histórico

Había una fuerza oscura de buenos estudiantes tratando de sobresalir por encima de los matones, los buenos jugadores de fútbol, los fuertes y bien vestidos. Teníamos a Sebastián Pérez a la cabeza, que nos llevaba 1 año y disfrutaba de una fuerza descomunal, incoherente con su cuerpo flaco y blancuzco que hacía pensar en una enfermedad de la sangre. Había perdido séptimo, en un hecho que nos parecía inexplicable, porque no tenía los modales fastidiosos ni la cara barrosa de los repitentes. Fue a la primera persona que le escuché la palabra “paradigma”. La escribió en un ensayo cuando transcurrían los primeros días de séptimo y para mí fue claro que nos llevaba una ventaja incalculable. Terminó de exponer su punto de vista en dos páginas leídas de forma consecutiva, casi sin respirar, y Sebastián Márquez me miró asombrado, lanzando un mensaje que atravesó la distancia entre los dos pupitres: “Dijo paradigma”, “este man dijo paradigma”. Daniel Benítez supo que nos encontrábamos frente a un hecho histórico y sonrió en su pupitre mientras reparaba las estampillas que había comprado en el descanso.

Eso solo tenía un antecedente y fue cuando Sergio Orozco dijo “no obstante” en Quinto. Fue una genialidad que le aseguró la entrada directa a nuestro grupo que cada vez tomaba más fuerza: Casco era el baterista de una banda de metal, Sebastián Márquez se adelantó dos años a su tiempo y empezó a usar tenis de tela sucios, y ahora Sebastián Pérez decía “paradigma”.

En 11 ya éramos un grupo consolidado. Márquez y Mancho vendían tarjetas prepago para celular a mitad de precio. Las compraban por internet con la tarjeta de crédito de Mr. Yoshito Hosegawa o Ms Saskia Unger. William se había ganado un premio de literatura y esa misma tarde se había comprado un Chevette de los corticos, placa HCB 333 de Chinchiná. Sebastián Pérez era predicador en la iglesia de su papá y había desarrollado el don de la profecía.

Lo que es cierto es que no veíamos la amistad como una cosa romántica, para toda la vida. Terminamos el colegio y nos fuimos antes del acto de despedida, por las rutas habituales, en buses separados. A veces los busco en Google y salen algunos, otros no.