Una fracción de los hechos se pierde entre parpadeo y parpadeo





viernes, 30 de julio de 2010

Proceso de responsabilidad civil

Don Bernardo Gómez tuvo un accidente en un willys, en Chinchiná, en la Vereda Los Cuervos. Se quebró unas vértebras, se dañó la cadera, da tres pasos torcidos apoyado en un bastón y se desploma. Mala suerte, porque fue el único herido de todos los 6 que tripulaban el willys un miércoles a las 9:30 de la mañana.

En la casa de Don Bernardo el baño está al lado del comedor. Desde la primera vez que lo visité, impulsado como un galgo por el olor de la responsabilidad civil extracontractual, lo vi al final de una calle ciega, sentado en su silla de ruedas, con una camisa amarilla atravesada en el bolsillo por el orificio que dejó un President.

Mientras tomo mis notas sobre el accidente y hojeo la historia clínica, su hija sale del baño envuelta en una toalla que dice Go Fish y la salacomedor entera se inunda con un olor a cagada y crema dental.

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De vuelta a mi casa, considero las pruebas, analizo las pretensiones, pienso en la jurisprudencia. Veo los carros con pasajeros, con un destino y un tiquete, la policía.
Seguimos siendo iguales porque no tenemos para dónde cambiar: desconfiados de la vigilia, óvulos fecundados que crecen y engordan, un agravio a la realidad.

lunes, 26 de julio de 2010

El cambio de día

Uno de los espectáculos más extraños que he visto es lo que los pasajeros de avión llaman El cambio de día. Se ve, casi como suena, que de cierto punto en el cielo hacia atrás es de noche, y hacia adelante, de día.

Es curioso pensar que por cuestión de unos pocos metros no ha amanecido en un lugar y en otro sí, y que uno desde arriba puede reconocer plenamente la diferencia.

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El viernes, utilizando músculos inusuales para vomitar, oyendo el ronroneo extraño de la gata al otro lado de la puerta, curiosa, como estrujando por ver la función que daba yo, un cuadrumano arrodillado y pálido escupiendo pedazos de comida procesada, pensaba, como es usual a las tres de la mañana, que en otro lugar del mundo, más al occidente, otro hombre ya se habría sobrepuesto al malestar de la noche anterior y estaría por ahí, tranquilo, vendiendo sus productos puerta a puerta.

sábado, 17 de julio de 2010

Unos funcionarios

La Empresa de Renovación Urbana tiene a la cabeza a una especie de tubérculo enano y regordete, que mira a través de sus gafas medicadas como si lo habitara un pájaro siniestro. Un pájaro torpe al mando de la sinapsis errática que lo llevó a maltratar a Lucelly, la de los tintos, un ángel, blanquita, debilucha, casi sin pelo, gacha; que pasó llorando con gobierno de sí misma por el pasillo, escondiendo la cara entre sus mechones bien lavados, viendo de reojo el saludo que le lancé con la ceja.

Como es habitual en las empresas, a medida que disminuye el rango aumenta el entusiasmo, y es por eso que después de Repollo, el pirobo de la gerencia, se extiende como la peste, una nómina de matoncitos que hablan en primera persona del patrimonio público. Dicen: COMPRAMOS trescientos predios, EJECUTAMOS el 90% del presupuesto, transamos, pagamos, vendimos, aprobamos; como si el dinero fuera de ellos, como jugando a la tiendita, a la empresita.

Cada que los veo dando media vuelta en las sillas giratorias para alcanzar un legajo de documentos lleno de tachones, porque la letra-apropiada-es ARIAL, porque el Decreto-539-es-de-2009-y-no-de-2010, porque yo-ya-le-había-dado-un-modelo-nuevo-para-las-ofertas-de-compra, me los imagino sentados en las piernas del alcalde, orgullosos; sonriendo, cuando se despiden, al contacto de su palmada en las nalgas.

jueves, 15 de julio de 2010

Antes era peor

En 1.990 todos los días comenzaban con un pitazo del transporte, camioneta Renault 18 que manejaba Doña Blanca, esposa de un tío de ella que era militar retirado, con el pelo muy grasoso Doña Blanca, había vivido en Bogotá un tiempo y había vuelto para quedarse sin abandonar el acento adquirido que le concedía un cierto status entre los pobres. Doña Blanca alababa constantemente a los militares, a los rolos, a Fernando, su esposo, a Fernandito, su hijo, a Tata, su hija, haciendo de todas las conversaciones que provenían de adelante un monólogo sobre sus virtudes; o bien una alabanza a los militares, a los rolos, o a una combinación de ambas cosas.

El día proseguía tembloroso. La entrada de mosaicos amarillos y rojos, un pasillo siniestro atiborrado de niños que no sabían multiplicar, la mala higiene de tanta gente junta, un niño pedorro, una profesora diciendo ¡fo!, ¡fo forofó!, tantas tareas sin resolver, tantos años por delante con el estigma seguro de no saber multiplicar, y después la división, y unos niños de quinto que dicen que eso no es nada, que esperemos a ver una raíz cuadrada, y una tía diciendo que la infancia era hermosa, que no había problemas, que el trabajo, ese sí era un problema, y las deudas, y el despecho.

Todavía me sudan las manos cuando recuerdo la pregunta 7x7. SIETEPORSIETE!!! No estudió la tabla del 7? No, pero yo me sé 5x6, yo también me sabía las capitales pero eso no me salvaba. A los 6 años las matemáticas son el estandarte de la hombría, un mal matemático a los 6 años es proclive a la flojera, es como una niña.

Un reloj digital marcaba las 4:40 en bombillitos amarillos. La leyenda escolar decía que ese reloj lo había construido un ex-alumno brillante que por ese entonces trabajaba en la NASA. Todos los días yo miraba ese reloj y pensaba: Esto no puede ser peor.

lunes, 12 de julio de 2010

El mundo, un personaje

Un señor de corbata, una señora con delantal que parece atada a un balde, una niña carisucia y un viejo despistado que se monta en el de los pisos impares, son los personajes de una escena de ascensor.

El viejo confirma la hora para no perder una de sus últimas citas y el señor de corbata mira ausente el tablero digital que marca los pisos. Es un momento íntimo. Una tradición humana, cuatro destinos entrelazados. Cuatro vidas sin importancia que no obstante se desarrollan, aunque el mundo exista por derecho propio.

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Muchas veces una situación se ve a tal punto sometida por la naturaleza de sus protagonistas que puede ser analizada como un solo personaje.

Existen ambientes que acreditan plenamente esta circunstancia. Lo que ocurre al interior de ascensores, buses y aviones muchas veces parece una réplica en miniatura del mundo, una muestra aleatoria de la humanidad que se comporta en un unísono místico, como si todos juntos, a fuerza de buena educación, pudieran evitar una tragedia.

jueves, 1 de julio de 2010

Los otros días

Ayer fue un día tan árido que no parecía parte del resto de la vida. La calle estaba llena de Aveos, de Pulsars y de Elantras tripulados por cuerpos, señoras, perros, sacos de carne, franquicias de la muerte... y los segundos, esos soldados rasos de los batallones de siglos que conforman el porvenir, corrían a la par, por iguales cantidades para todos.
A las seis y cuarto un señor miró la hora, una mujer a su lado se rascó una pierna y un niño hacía malabares por monedas, frente al semáforo. El presente se hizo evidente, ese segundo estaba intacto y los personajes inconscientes...
Todo parecía la antesala del futuro gigantesco y fantasmal que se alza sin pausa, torpe e intempestivo, como un elefante sonámbulo.

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Las cosas nos pasan en número limitado. Recuerdos en serie habitan la memoria, se alejan y se juntan, vagan sin par o se asocian y, a veces, por azar o por construcción propia, se afianzan tanto que logran conformar un argumento común, una biografía.

Uno tiende a involucrar esos acontecimientos en una trama interdependiente, como si juntos conformaran en realidad una novela, como si segundo a segundo el tiempo no lograra emanciparse, desvirtuando lo pasado y borrando el rastro de la propia historia.