Una fracción de los hechos se pierde entre parpadeo y parpadeo





martes, 10 de enero de 2012

El perro

Ayer por la tarde jugué un rato con el perro. Me satisface verlo correr por el prado con un juguete de plástico en la boca y pensar que poco a poco, aún siendo una bestia amansada a medias por la evolución, empezó a hacer parte del paisaje que se extiende desde la puerta hacia el frente de mi casa; de ese prado triangular que corona el lugar al que llego a reposar de la vida todas las noches y del que salgo todas las mañanas sin saber con exactitud lo que va a pasar. Ahí corre, ladra, persigue motos y bicicletas y se estrella disgustado contra la reja, como queriendo demostrar que la suya es una naturaleza ajena a la disciplina que yo trato de imponerle porque es buena, hace la vida más fácil, y evita que ésta se perpetúe hasta la vejez como una serie de órdenes objeto de debate.

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