Los años se han acumulado sucesivamente hasta conformar mi situación actual. Es una situación que cambia todo el tiempo y a la que, naturalmente, debo enfrentarme convertido en otra persona. En una persona vestida de corbata o con la camisa por dentro, con unos principios o con otros. Uno que está en la casa, otro que está en el trabajo, uno que visita a la mamá escondiendo los defectos que ella todavía no le conoce, otro que habla tonterías en las fiestas de la empresa, que se emputa, que está tranquilo, que finge saber negociar, que se imagina millonario y que quiere aguantar hambre hasta desaparecer, por rebeldía, por falta de amor propio, o por la simple tendencia a dañar la propia obra para no obtener ningún reconocimiento ni crítica.
Eso me lleva a pensar en lo que tengo en común con el que era o trataba de ser en el pasado. No sé qué tanto sea. Por ejemplo defraudaría al que quise ser a los 16 años, y le diría al de 8 años que los vampiros no existen, que siga durmiendo tranquilo, que aunque existan, esa noche no le van a chupar la sangre, que se lo digo yo, que soy él mismo muchos años después.
Aún cambiando todo el tiempo, si me veo ahora mismo con relación al pasado, soy un resultado. Una obra humana con algunas opiniones, algunos sentimientos y una forma de hacer las cosas. Y de esa obra hay rasgos que perduran desde el inicio; el miedo al vacío, el sudor en las manos cuando alguien va a cobrar un penalty, la felicidad de estar con una mujer y poder invitarla a todo, pero sobre todo la inclinación destructiva, el impulso que me dice que me muera de hambre, que me forre en papeletas, que me monte en una moto y fracture el resultado en pedazos contra una tractomula.
Eso me lleva a pensar en lo que tengo en común con el que era o trataba de ser en el pasado. No sé qué tanto sea. Por ejemplo defraudaría al que quise ser a los 16 años, y le diría al de 8 años que los vampiros no existen, que siga durmiendo tranquilo, que aunque existan, esa noche no le van a chupar la sangre, que se lo digo yo, que soy él mismo muchos años después.
Aún cambiando todo el tiempo, si me veo ahora mismo con relación al pasado, soy un resultado. Una obra humana con algunas opiniones, algunos sentimientos y una forma de hacer las cosas. Y de esa obra hay rasgos que perduran desde el inicio; el miedo al vacío, el sudor en las manos cuando alguien va a cobrar un penalty, la felicidad de estar con una mujer y poder invitarla a todo, pero sobre todo la inclinación destructiva, el impulso que me dice que me muera de hambre, que me forre en papeletas, que me monte en una moto y fracture el resultado en pedazos contra una tractomula.
1 comentario:
Con todo respeto, considero que hay formas más elegantes de morir. No se mate, o al menos no así. Me aburriría sin su blog.
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