Una fracción de los hechos se pierde entre parpadeo y parpadeo





jueves, 11 de marzo de 2010

Ajedrez en el Pasaje de la Beneficencia

Hay unos señores que juegan ajedrez en el Pasaje de la Beneficencia. Muchos de ellos tienen pinta de jubilados y deben vivir en casas respetables con sanitarios de loza que son nuevos desde los 70s. Bien cuidados y reformados, son tan limpios que no parecen cumplir la función de letrina y más bien podrían ser tomados por la pieza más grande de la vajilla Corona que les regalaron en el matrimonio.


Me gusta mucho esa limpieza de la clase trabajadora. Yo les conozco las caras y sé que casi todos fueron durante décadas algo así como elfos domésticos de algún doctor de la Contraloría, el Seguro Social ó la Caja Nacional. Ellos llaman a estas entidades "El Seguro", "La Caja", "El Magisterio" ó "La Gobernación", con una entonación especial que delata al mismo tiempo su cariño profundo por las paredes sucias de las oficinas estatales y la admiración por sus jefes vitalicios que cambiaron el rumbo que ya traían las cosas con alguna decisión de aquellas que sólo llegan a tomar los profesionales con buena trayectoria. Los jefes. Los Doctores.


Ellos dicen, por ejemplo, que el Doctor Gómez Arrubla es el padrino de Andrés Mauricio, el hijo mío, el mayor... Elevarse a la categoría de compadre del jefe es un motivo de gran regocijo. Es un motivo para mantener la casa limpia y la frente en alto.

Muchos de ellos se pasarán largo tiempo pensando si los cubiertos que tienen serían los apropiados si algún día se les ocurriera invitar al Doctor a la casa. A comerse uno de esos sudados tan sabrosos que hace mi señora.
Y muchos aclamarán el noble comportamiento del Doctor en su última calamidad familiar.

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Tienen una cita diaria en un murito frente al Café Viejo Polo. Hoy los estuve viendo un rato...


Al lado de cada par de contrincantes se agrupa un montoncito de curiosos. No sé jugar ajedrez, así que estaba descartada la posibilidad de entrar disimuladamente en alguna partida, hacer una jugada maestra y dejar a todo el mundo con la boca abierta. Mejor así, pensé. Estuve ahí tal vez 10 o 40 minutos viendo jugadas que no sabía interpretar. Después me acomodé la corbata y me fui caminando hasta el Parque Caldas.

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Ya estaba pensando en otra cosa. No sé bien qué era pero la concentración en ese asunto indescifrable me impedía ver el mundo atiborrado de gente de las 6 de la tarde. Sólo escuchaba un sonido. Era como si tuviera las orejas pegadas al estómago de un elefante. Era un sonido letárgico, ronco y en baja frecuencia. Era el planeta, rotando.

5 comentarios:

PABLO CUARTAS dijo...

Juanito,

Mi admiración por esta y las demás entradas. Qué sobrias, qué bien escritas. La de Peláez y la de estos ancianos con tardíos bríos lúdicos, me han procurado muy buenos momentos.

Un saludo.

CARAPÁLIDA dijo...

Que buena descripción haces de este tipo de personajes! Aprovechando que hoy es día de votaciones este tipo de señores van sagradamente a ejercer su derecho, bien vestidos y acompañados de su esposa...ver eso me causa nostalgia...no sé por qué...

Jorge dijo...

Y van muy temprano, con un aire serio como de bogotazo.

Además la gente así por lo general es muy respetuosa y se esfuerza en hablar con unos buenos modales que muchas veces a sus contemporáneos más jóvenes les parecen anacrónicos. Tanto como la costumbre de vestirse impecablemente los domingos... y con más razón si es para votar.

Jorge dijo...

Gracias por los comentarios.

Administrator dijo...

toda esa clase trabajadora como tu lo dices, pues no esta trabajando esta ajedrez en manizales, y claro hay de todo alli, ademas permiteme decirte que no tienen jefe ni tienen que encorbatarse, si tuvieran jefes pues no estarian alli jugando ajedrez