Una fracción de los hechos se pierde entre parpadeo y parpadeo





martes, 14 de abril de 2015

¿Con quiénes estamos?


"Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad"


Wilber

Wilber entró a Colombia en junio de 2012 para pintar murales educativos sobre las etapas geológicas de la Tierra. Tiene el pelo largo, una especie de chivera y manos de campesino. Es difícil adivinarle la edad, pues como podría tener treinta años, podría tener sesenta. No es el pelo largo lo que convierte su edad en una cifra confusa sino algo como la pulcritud de sus rasgos y una cierta timidez, una cierta buena educación, un carácter manso propio de los que han crecido en hogares silenciosos, y que con los años se muestran lejanos a la arrogancia y al orgullo.

A diario me cruzo con dos o tres hijueputas. No soy muy dado a emplear ese calificativo, pero ¿Cómo más podría llamarse a alguien que denuncia a la señora de los tintos porque tiene una tienda donde vende galletas, lo que provoca una demora injustificada en el tinto de la mañana? ¿Cómo denominar a quien le cobra $40.000 mensuales al dueño de un puesto de pizza callejero por guardar el carrito en su parqueadero?

En el trabajo la inmoralidad es un valor superior. Por aferrarse a la técnica, a la ley, se descuida la justicia, esa cosa intangible de la que la opinión se ha apropiado para convertir en algo similar a la obediencia. Lo justo ya no obedece a una consideración emotiva. Es decir, parece justo que la gente simplemente cumpla su trabajo. Que sirva los tintos a tiempo y que no venda galletas porque el objeto contractual dice que Rosita Sepúlveda fue contratada para "servir tintos y limpiar los baños" y no para vender galletas. A eso se ha reducido la justicia.

Wilber se vio enredado en uno de esos trámites increíbles a los que con frecuencia se ven sometidas las personas ajenas al mundo. Para él los términos "domicilio", "residencia", "efecto suspensivo", solo son ecos de un mundo al que por coincidencia o elección, ha sido ajeno desde el nacimiento. Desde que me pidió ayuda le he explicado las probabilidades, las dificultades y las estrategias. Él solo sonríe y dice "Lo que ha de ser, será".

Esa frase refleja su paciencia y su idea de un destino justo, de una posible recompensa. Habla muy poco y nunca sabe explicarme con precisión el resultado de sus trámites, así que lo hace a través de su esposa. Es ella quien me traduce lo que pasa. Él simplemente sonríe mientras ella me traduce.

 El sábado por la mañana me desperté casi borracho y me fui para el Parque de Suba. Allá me esperaban Wilber, su esposa y su hijo Abraham, de seis meses. Siempre me gusta verlos. Es como cuando estaba pequeño y los libros de Julio Verne me hacían olvidar la realidad. Las tablas de multiplicar, el profesor de Sociales, los ladrones en la ruta a mi casa. Me reconforta verlos, simples, ajenos a la versión contemporánea de justicia, viviendo en otro ritmo, en otra escala.

Después del trámite, me mostraron sus cuadros. No esperaban un halago, ni siquiera un comentario. Yo tampoco se los di. Habría podido decir "Qué cuadro tan lindo", pero parecía más que inapropiado. Wilber me dijo "¿Te gusta este, el de la neblina?" y yo asentí con la cabeza.

Después fuimos a su casa y Daimi, la esposa, me dio café y arepa con queso. Me dijo que como era paisa, me debía gustar la arepa. Abraham veía unas caricaturas rusas en el computador. Un oso jugaba con una niña. Creo que se llamaba Mishka. La esposa me explicaba que se sentía humedad porque habían alquilado una lavadora y habían aprovechado para lavar toda la ropa.

Como a las 2 salí. A mi lado iba Wilber con un paquete de documentos y a su lado iba yo cargando el cuadro de la neblina con su título y técnica en la parte de atrás y más abajo, una dedicatoria "Dedico esta obra para Jorge Aranda Correa con mucho afecto. De el pintor cubano Wilber Ortega Aldaya". Me fui manejando con cierta tristeza hasta mi casa. Tomé la Avenida Suba en sentido norte sur y después subí por la Calle 100 hasta la Séptima. Es curioso, suena afectado y propio de fantasiosos pero el mundo tiene un cierto equilibrio:  por cada hijueputa hay alguien como Wilber.



4 comentarios:

Jaime dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Eliana dijo...

¡Qué cuadro!

Mónica Palacios dijo...

La cuenta es más bien 1 Wilber por cada 8 hijueputas.
A mí me gustan mucho tus textos, y a mí sí me parece apropiado expresarlo.

Anónimo dijo...

Siempre me gusta leerte pero este me gustó mucho.