Una fracción de los hechos se pierde entre parpadeo y parpadeo





martes, 14 de agosto de 2012

¿Para dónde vamos?


El mensaje de Full House

Solo puedo pensar en la amistad como una relación tan estrecha que termina generando violencia y finalmente, ganas de huir. Tal vez por eso las amistades más perdurables son las que se reducen a una distancia prudente y a la búsqueda de información a través de intermediarios. Preguntar en el bar si ha vuelto a aparecer Sebastián Márquez, ver en facebook las fotos de los viajes de Monique, hablar eventualmente con Mancho; ver los periódicos y revisar que no aparezca ninguno de ellos en las judiciales.

Ese seguimiento lejano de otra vida es mucho más justo y seguramente menos agotador que la interacción continua  de los confidentes. Sé que se casó Jeroboam, que el hijo de William ya tiene 7 años, que la mayoría del tiempo las vidas evolucionan muy poco; tan poco que hay que generar episodios como un nacimiento, una boda o un posgrado para ondular en alguna medida la forma continua y sosa del destino. Algo que no sea tan dramático como la muerte, pero que sirva de referencia dentro de la vida. El punto inicial desde el que se empieza a contar un aniversario, el comienzo de una nueva etapa, el día desde el que se debe tener en cuenta un nuevo salario para la liquidación.

Seguí todo el proceso judicial contra Sánchez. Lo acusaban de parapolítica, tal vez el crimen que con más saña observa nuestra sociedad. Veía pedazos de las audiencias en televisión y hacía fuerza para que dijera una cosa, para que se quedara callado en algunas partes. Algunos compañeros de la universidad me contaban que otros compañeros de la universidad habían ido a la Corte Suprema a testificar contra él. Él se agarraba la cabeza, lloraba por momentos.

Condenado, como era obvio, tras el acoso mediático que reclamó todo el tiempo la obviedad de las pruebas, fue conducido a la cárcel. Recuerdo que iba caminando, esposado, al lado de Juan Carlos Martínez. Recuerdo que lo vi por RCN y en ese momento la vida me pareció de verdad. Juan Pablo Sánchez, una de las personas con quien más he apostado en la vida, iba esposado, amarrado, juzgado por un sistema malo, definida su conducta como perjudicial por esos jueces que escriben tan mal, que se comportan tan mal, por esas ánimas de la técnica que carecen por completo de olfato moral.

Era horrible jugar poker con Sánchez. Además de ser irritable, su suerte era exagerada. Sin embargo, yo era capaz de seguirle el juego durante horas. Dejábamos de ir a tres clases seguidas. Jugábamos en un muro, perdía todo, lo recuperaba y después nos íbamos para full house a seguir jugando. En full house todos estábamos enviciados. Algunos solo al juego, otros al juego y al trago; otros al juego, al trago y a la droga.

Hoy se murió Sánchez. Estábamos a tres cuadras de distancia. Yo dormía y él cruzaba esa raya tras la cual ya no se puede apostar, ya no se cuenta con vida para ello. En los periódicos salió, a modo de biografía, la reseña de su condena por paramilitarismo. No hablaron de su niñez, de alguna tarde importante de su vida, de una jugada genial del poker que lo haya dejado soñando con las cartas de la baraja. Cuando estaba en el velorio llegó un ramo de Full House. Decía: “Que Dios te tenga en su gloria, Juan Pablo”. Para full house todos somos buenos; tal vez por eso nos sentíamos tan bien allá.

12 comentarios:

CARAPÁLIDA dijo...

Impresionante.

Jaime dijo...

Me uno a Carapálida: Impresionante.

Martín Franco Vélez dijo...

Yo también conocí a Sánchez hace muchos años, antes de la universidad y mucho antes de que me fuera de Manizales. Él estaba enamorado de una noviecita que yo tenía por entonces, y solíamos encontrarnos, al menos dos o tres veces por semana, en las escaleras del edificio donde ella vivía en Palermo. Nunca fuimos muy amigos y creo que las razones son obvias. Con todo y eso me pareció muy fuerte verlo tantos años después en las noticias metido en ese escándalo de la parapolítica; quizás entonces lo juzgué de inmediato (como hacemos tantas veces: dejándonos llevar por lo que dicen los medios), y nunca supe bien en qué terminó todo ese escándalo. Ayer, justamente, hablé con esa noviecita a quien hace años le perdí la pista, y me contó que Sánchez había muerto. Tremendo: no somos nada en esta historia.

Anónimo dijo...

se murio el chirrete!

Anónimo dijo...

La vida está llena de altos y bajos, aunque unos son tan extremos que son los que terminan definiéndonos.

Posiblemente Hitler de niño tenía muchos amigos y jugaba feliz con ellos, sin embargo, fue lo que hizo de adulto por lo que lo recordamos y con lo que lo asociamos.

El paramilitarismo y la parapolítica han hecho un daño incalculable a nuestro país, tanto que posiblemente nos tomarán varias generaciones resarcirlo después de que se acabe, si es que algún día termina.

Es por eso que tu amigo será recordado por sus vínculos con el paramilitarismo y no por sus juegos de Póker... y eso es algo que definitivamente nada tiene que ver con el "espectáculo mediático".

Anónimo dijo...

"Ya sé que el elogio desmedido a los muertos es antiguo como la vida misma, pero precisamente por eso irrita más que en pleno siglo XXI se siga practicando, y además con más desfachatez que nunca. Me parece bien que no se los critique -o al menos no se los ponga verdes- cuando acaban de estrenar su condición, más que nada por el dolor añadido que eso causa a sus allegados. La pena por la muerte de alguien querido es tan intensa que debería respetarse en el primer momento y dejar que fluya sin mezcla de enfurecimiento o rabia. Es posible que algunos de los demenciales panegíricos que leemos en la prensa cuando fallece alguien célebre tengan como fin uno aceptable, el de consolar a esos allegados tristes y hacerles más transitable el desfiladero de la pérdida". J.M.

Anónimo dijo...

Está tremenda esta entrada, Jorge.

Anónimo dijo...

Supongo que, lo de los amigos y sus vidas, es agotador porque nos hace entender qué tan poco o qué tanto hemos hecho de la propia. Lo que ninguno finalmente reconocemos es que todos nos encontramos en esa espiral morboso-masoquista de autojuzgarnos por los méritos o -no sé- por la maravillosa vida que proyectan los demás. De repente se vuelve agobiante todo lo que implican las relaciones sociales.
No pude dejar de buscar en google al personaje de esta entrada, eso porque siempre trato de buscarle el rostro a los muertos. Otra morbosidad, pero esta vez mezclada con intriga y mucho pesar. Hace mucho no venía por acá y es bueno encontrarse con una nueva historia.
No que importe, pero la verdad me entretiene mucho leerlo. Eso. JOB

cosasdek dijo...

Que entrada tan hermosa

Anónimo dijo...

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