Una fracción de los hechos se pierde entre parpadeo y parpadeo





jueves, 5 de julio de 2012

¿Dónde estamos?

Buscando balnearios


I chose not to choose life. I chose something else.



En décimo vimos Trainspotting y después Sebastián Márquez y William hicieron un foro en la clase de filosofía. El tema era algo como el sentido de la vida; tal vez una forma general del destino de los humanos, la razón de la moral, los motivos para comportarse bien, la importancia de trabajar (o no), la forma en que las drogas, el crimen o un simple modo de vida atípico, podían influir en la variación radical de los principios hasta el punto de dar nacimiento a una nueva moral. ¿Correcta o incorrecta? no podría decirse porque todos los jueces del comportamiento tienen nexos con algún sistema moral. Todos tienen inclinada la visión del mundo hacia algún sistema predeterminado y arraigado en la historia por siglos. Es difícil que por simple olfato alguien pueda decir lo que está bien, pues ese olfato está culturalmente condicionado a inmiscuirse en cosas que nunca van a estar bien ni mal, que simplemente ocurren. Sobre lo que está bien o mal podría discutirse. Pero llegará quien diga que el trabajo es bueno, que el trabajo es malo, sin que llegue a discutirse sobre la posibilidad de elegirlo como una opción más que no es necesariamente correcta o incorrecta.

De un momento a otro, como dijo Sebastián Márquez, “Todo eso dejó de parecerme bonito y me pareció verdad”. Me gusta en lo que se convirtieron. No estudiaron en la universidad, cambian de celular todo el tiempo. No sé bien lo que hacen pero me gusta encontrármelos cada dos años, gradualmente más acabados por la droga pero más reconfortados por haber hecho algo diferente. Son gente distinta y por lo menos si están absorbidos, están absorbidos por algo distinto. Andan armados, en carros que no son pagados por cuotas, a veces con mucha plata, otras con menos, pero nunca pendientes de una asignación periódica.

Van por ahí buscando negocios, problemas o balnearios para descansar un rato. En pantaloneta, mariquiando a los policías en los retenes, desviando su atención de lo que socialmente se considera importante hacia lo que filosóficamente, en su modo particular de filosofía, se considera importante.

Esa agresividad que yo también tenía al principio, se ha vuelto exclusivamente ideológica. Puro bla, bla, bla. Estoy en desacuerdo con lo que hago, pero lo hago. Esa es mi forma de resistencia.  O puede que ni siquiera sea una forma de resistencia, sino una especie de fidelidad a una imagen mientras actúo en otra imagen. Es algo como “Muy bacano ser lo que quiero ser de verdad, pero esto me sale más barato socialmente”. En resumen, le soy fiel a ese ideal de mi mismo pero mis muestras de fidelidad son solamente ideológicas y de poco valor.

Cuando me los he encontrado ha sido irreal. Ha pasado en varias ciudades que voy por ahí y está el ARQ 399 parqueado con los dos adentro, Márquez y William. Márquez está drogado todo el tiempo y William... pues William no lo necesita. Él nació drogado, listo para todo, maldito, imposible de socializar. Cuando los veo en ese carro de vidrios polarizados me gusta más este mundo, donde David cascó a Goliat, donde una culebra puede matar un elefante, donde dos muchachos anónimos pueden ir por ahí, metiéndose en problemas y buscando balnearios porque a cambio de la vida escogieron otra cosa. Como en Trainspotting.

1 comentario:

Ana María Mesa Villegas dijo...

Me recordaste esto: http://permisomedesahogo.blogspot.com/2010/02/un-espejito-por-favor.html?showComment=1265635375862#c7368785151437941998