Una fracción de los hechos se pierde entre parpadeo y parpadeo





martes, 29 de mayo de 2012

La Zigurat

Vine a trabajar con el ánimo usual. Un poco nervioso en lo que concierne a lo que podría llamar mi aspecto operativo, mi parte más básica y sin embargo (o tal vez por eso mismo) la más visible. Esa parte que por alguna razón siento que genera incomodidad en los desconocidos. Mi camisa que se desacomoda, la falta de fidelidad a un estilo, una leve ansiedad de la que soy presa incluso en el acontecimiento social más insignificante, y en resumen, lo que podría ser la agrupación imperfecta de mis atributos, esa naturaleza difusa que impide que me apropie por completo de mi expresión.

Hoy dudé un rato entre dos corbatas azules. Hay una que más que por su aspecto, me gusta porque por el lado de atrás dice Zigurat. Creo que es el nombre de su diseño porque, en efecto, las formas azules y negras que se entrelazan a lo largo de la prenda recuerdan la estructura de un templo mesopotámico.

La otra corbata es más bonita, el azul es más vivo y las formas más contemporáneas, pero carece de la profundidad que tiene el diseño de la corbata Zigurat. Se podría decir que es una prenda más insustancial y con menos valor simbólico, pero más elegante, si se quiere, o por lo menos más adecuada para usarse en un ambiente en el que más que cavilar sobre la historia y el misticismo, se requieren disciplina y trabajo.

Elegí la segunda y dejé colgada la Zigurat en un perchero.

La mayor parte del tiempo siento que puedo ser víctima de una elección; no de forma tal que pueda tomar una decisión fatal, sino que todo el futuro, bueno o malo, que se desprenda de lo que decida en un momento concreto, va a ser inmodificable. La sola imposibilidad de recomponer un instante idéntico al actual en el futuro, me convierte en una víctima de la decisión. No importa si es buena, o si sus efectos en el futuro son los esperados. El no estar facultado para regresar al punto inicial, la ausencia de control sobre la locomotora imparable del tiempo, me aleja de la posición dominante que tal vez solo pueda obtener por la vía abstencionista: no decidiendo nunca nada.

De lo anterior se desprende que soy supersticioso, y ese es tal vez mi rasgo más representativo. Tengo mucha fe en lo inesperado, pero más que una fe pasiva, que una creencia expectante, lo que siento es un anhelo incontenible de que ocurra lo improbable. Que alguien se ilumine y salga volando por encima de los árboles hasta perderse en el infinito; que un sólido traspase otro sólido; que aparezca un espectro detrás de mi cama cuando me esté quitando los zapatos para acostarme. Pero más que eso, lo que pasa es que me siento a gusto entre la gente misteriosa. Gente que alberga un secreto, hinchas de lo improbable, gente con una disposición imperfecta de los atributos, que vive en las sombras. Que parecen ecuaciones mal planteadas que nunca, aunque el destino se trabe a su favor, van a arrojar resultados.

Cuando vengo a trabajar, opongo cierta resistencia a hacerlo con más convicción de la que me permiten demostrar mis escasas habilidades teatrales. No hay misterio en el trabajo, o por lo menos no en el mío. Defino las condiciones contractuales, estudio la normatividad aplicable para cada acto, sugiero cláusulas o parágrafos que solo van a regular fracciones muy pequeñas y temporales de la realidad. Trato de hacerlo bien, pero sé que incluso el efecto de la cláusula más genial que redacte, sería enano frente al misterio que se despliega detrás del mundo operativo. Podría diseñar un puente, o perfeccionar el funcionamiento de una hidroeléctrica pero eso también sería enano. Cosas como la corbata Zigurat son los pequeños enclaves que el misterio ha fundado en mi vida. Tengo fe en que todos los enclaves del misterio conformen algún día  un símbolo, una unidad que  se oponga al mundo operativo con más carisma y espectáculo, que se consolide por lo menos por un tiempo la república de lo improbable.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué belleza

Ana María Mesa Villegas dijo...

Pero entonces no entiendo por qué no te pusiste la Zigurat.

Jorge dijo...

Porque estaba sin planchar.

Anónimo dijo...

El problema es que opcion, junto con problema y zigurat y todas las palabras son artilugios mentales de la especie humana que nada tiene que ver con la realidad fisica. En el mundo fisico no existen las opciones, solo existe lo que sucede. El libre albedrio es uno de los espejismos que requiere la consciencia humana para moverse en la realidad fisica.