Decir que lo mataron no compite en nobleza con las historias de otros abuelos que se murieron de infartos, de cáncer, de viejos. Por lo general los abuelos se mueren en la cama de una clínica mientras las hijas se turnan para entrar a despedirse y los nietos lloran en el pasillo sin entender muy bien lo que pasa. Adentro hay un hombre arrugado, de canas meritorias, que expira con suavidad y se despide entre consejos y bendiciones. Mi abuelo no tenía canas. A mi abuelo, además, lo mató la policía. No medió el heroísmo de una muerte por causas políticas; fue un fusilamiento en la calle, sin ceremonia, una simple caza.
No nos conocimos pero me gusta ser nieto de él.
2 comentarios:
bonito
parce, plop, tremenda historia
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