Es el cuarto piso, donde trabajo. Oigo la retahíla de Sandrita citando clientes, atendiendo llamadas. Jairo José alardea, dice que más tarde consignará tres millones. Entra un comisionista amanerado, ofrece su producto estrella, maní artesanal, habla de moda con Sandrita.
Ellos están en la oficina del lado, pero el edificio es nuevo, blanco, carece de accesorios cálidos que retengan el eco, y les escucho todo, sus pequeñas riñas familiares, la narración del menú engullido, los siento ahí, muy cercanos, como pruebas adjuntas que lanza la realidad para que me concentre en el trabajo y no siga dudando.
Es su persistencia lo que me mantiene alerta.
Yo estoy solo en mi oficina.
Veo que una hormiga cruza la puerta. Puede ser la única en el edificio.
10 comentarios:
Yo soy un casposo por ahí desde los 14 años.
A los 23 años, recién salido de la universidad y estaba trabajando, un día le dije a mi mamá con mi acostumbrada cara fingida de aristoteles pensando en el universo "nada tiene sentido, yo no entiendo para que trabajar si esta vida es absurda", ella me oyó con atención, después me dijo "me parece muy bien, pero vaya viendo donde va a vivir (y alimentar) sus preocupaciones, porque en esta casa no recibimos vagos que no trabajan", ella me lo dijo de una forma que yo entendí que era en serio. Mi mamá siempre me ha hablado así, como en parabolas ¿a ustedes en la casa también les hablan así?. Hijueputa hermano, con eso que me dijo me quedo tan reputamente claro yo para que tenía que ir a trabajar.
Y pues si, muy bruto yo no saber eso tan simple. Pero es que a los 23 años yo no tenía ninguna obligación, la comida iba llegando sin yo "saber" por que. Y pues pa mis aficiones en ese tiempo yo necesitaba poquita plata, porque en ese tiempo yo no era un tipo de gusto como lo soy ahora.
El caso es que al otro día fui a trabajar lleno de animo, en serio ¿no se puede ser más guevon? algo está fallando en nuestro sistema educativo.
Mi mamá ha sido muy tolerante con mi poca disposición al trabajo. Ella se alegra mucho cuando me ve trabajando, con objetivos, pero mantiene a raya la desesperación cuando me he encontrado en esas épocas de vagancia crítica.
Lo que pasa es que, como ya lo he dicho en esas cosas que escribía cuando era vago, yo era un vago muy servicial y muy versátil, entonces la gente me seguía queriendo. De hecho yo era mucho más conveniente para mi familia que yo fuera vago, pero esa condición tiene un ingrediente azaroso, los papás huelen peligro en la vagancia.
A mi hija le voy a enseñar por medio de lecturas, le voy a poner lecturas, primero cuando esté chiquita que vaya leyendo mis enseñanzas en su muro de facebook y en tuiter, más adelante le paso ensayos (como a mí me gusta escribir ensayos, entonces para aprovechar esa fortaleza que tengo ahí). Un ensayo podría ser "de por qué tienes que lavarte los dientes".
O tal vez la eduque con carteleras, para que ella entienda como era la exposición de las ideas anteriormente, en otros tiempos. No sé.
Uy parce, ni mandado a hacer ese regaño de tu cucha, Juandaví. Igual que mi amá: "yo vagos no voy a sostener aquí" (mientras mi papá, callado, asiente). Cuando yo estaba en vacaciones ella misma me buscaba trabajos. Yo fui mero camellador en temporada. Pero todo porque mi mamá me obligaba.
Yo era feliz sin plata, negociando cositas y así. Tranquilamente. Yo no sé ese afán porque uno trabaje. Sabiendo que yo ni plata le pedía a mi mamá.
Y después cuando empecé a trabajar en serio mi mamá no me creía cuando yo le dije: yo me hago responsable de la cuenta del internet. Y ashí si no me decía nada. Antes me ponía como ejemplo frente a los hijos de mis tíos. Esos manes si eran vagos. Y había uno que era muy popular en los pasamanos del Estadio porque el man sacó cuajo en 2 meses porque vivía trabado y haciendo barras. Como que no se cansaba.
Sebastián, usted qué trabajos de temporada tuvo?
Si bien mi mamá toleraba mi vagancia, no la aceptaba de plano, por eso yo también tuve trabajitos así. Domicilio en una pizzería, vendedor en un almacén de ropa (ese trabajo me hacía sentir gay) y profesor de inglés.
Del putas, me imaginé a Sandrita hablando con el marica. Y usté escuchando.
¡Cómo me gusta pasarme por aquí!
Juanchito.
Yo también fui vendedor en un almacén de ropa de esos "outlet", mi mamá me lo consiguió por palanca para la temporada de diciembre. Eso si es voleo el berraco, oiga!
Pero cuando yo entré a ese almacén, además de ser vendedor tenía que vigilar, porque había "mucha escapera". Un día una vieja (no sé cómo) se robó dos chaquetas de bluejean. Y nadie se dio cuenta. Como era un almacén el la Terminal de Transportes del Norte, ahí caía mucha gente de otras partes del país, sobretodo de la costa a comprar ropa pa revender en Montería y Sincelejo.
Lo bueno de ese trabajo era que uno conocía puras grillas super buenas que venían a medirse ropa. Yo un día me gatié a una que se estaba cambiando en un "vestier" y no cerró bien la cortina. Y también era muy bueno porque esas viejas me decían que les escondiera bluyines que les habían quedado muy bonitos. QUe se los escondiera para que no llegara otra y los comprara. Yo se los escondía y a los días venían por ellos.
Otro día una cucha llegó preguntando por un pantalón talla 32. Estaban agotados. Y yo le dije: no señora es que 32 es la talla del pueblo, y ella respondió dirigiéndose a su marido: "oí a éste bobo hijueputa". Ese día yo me sentí muy vilipendiado, pero también me dio risa.
Pero también he camellado en la USA, en un restaurante italiano en Brooklyn, y también vendí helados y malteadas por allá lejos, en Montana, donde todavía uno ve gente enfierrada en la calle.
Otra vez trabajé de cotero en una empresa de un amigo que hacía trasteos. Pero ese man pagaba y decía, vea: del salario les descuento esto y esto que es de la pizza y la cocacola que nos comimos. QUe gonorrea más explotador.
Martín, gracias por el comentario, le cuento que Sandrita anda incapacitada. Esta mañana salió muy pálida, creo que trasbocó.
Sebastián, muy bacanos esos trabajos. Yo algunas veces añoro los trabajos de estudiante, menos el de vendedor de ropa. Yo trabajé en Pronto, también por temporada, y era muy maluco porque a veces los señores se medían un pantalón, se volteaban, me mostraban las nalgas y me preguntaban cómo les había quedado. Eso sí que me hacía sentirme vilipendiado. Usted por lo menos tuvo la fortuna de gatiar viejas.
EL que sí me gustó mucho fue el trabajo de domicilio. EN moto, repatiendo pizzas, uno siente lo que es la libertad.
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