Una fracción de los hechos se pierde entre parpadeo y parpadeo





martes, 21 de septiembre de 2010

No volver

A las siete y media pasa mucha gente, a pie, en Bora, en buseta. De los que salen por la mañana, un pequeño porcentaje muere en el transcurso del día.
Yo conocí a uno: Salió caminando sin una resolución sospechosa, sin afán, sin demorar las cosas deliberadamente; le sonaban las llaves en el bolsillo. No se había despedido de nadie porque vivía solo, se había montado en su carro rojo, había cerrado la puerta y había tenido que abrirla de nuevo porque pisaba el cinturón de seguridad.

A las 4:40 firmó, con poder, una escritura pública en la Notaría Tercera. A las 5:00 se detuvo un rato, observó la salida de los estudiantes, un negrito abultado ahorcaba en las axilas la cabeza de uno más pequeño. A las 5:30 yo estaba en el baño. Oí un grito.

Pasó la ambulancia. La sirena parecía revivir su acepción primaria de monstruo marino, evocaba la muerte.