Una fracción de los hechos se pierde entre parpadeo y parpadeo





martes, 17 de agosto de 2010

El teléfono de Pablo Computador

Ayer vi un paquete de cigarrillos en un cajón. 3 cigarrillos están ahí desde hace 4 años al lado de un papelito con las palabras Pablo Computador escritas de afán encima de un número telefónico.

El día que escribí eso había salido del aeropuerto en un carro blanco, había visto un aviso a la derecha y lo había hecho lavar.

Al abrir el cajón me sentí puesto frente a un amigo de la primaria que haya crecido lejano y dispar con el que ya no tenga nada más en común que la incomodidad recíproca de encontrarnos y no saber qué decir.

***
Los recuerdos nuevos no importan tanto, son fríos y tardan mucho en conectarse con todo lo demás. Solo cuando uno se percata de la condición de recuerdo futuro de un hecho presente, lo asume con alguna emoción, se timbra, le encuentra pinta de cosa grandiosa.

Las cosas que pasan ahora están a la espera de años que las conviertan en objeto de nostalgia. En este momento son recientes acontecimientos pop, partes insignificantes de la actualidad, pero después se unirán, como si trataran de converger en el mismo fin, a los libros de Julio Verne, a las vacaciones con la abuela y a un letrero que decía Segundo C en letras de acrílico.

11 comentarios:

PABLO CUARTAS dijo...

Es más: hay cosas que se disfrutan más en el recuerdo que cuando están ocurriendo.

Anónimo dijo...

Claro, la novedad tiene una fuerza efímera... pero al conectarse con otras fuerzas efímeras, con otras novedades, se constituyen en lo que uno es, o no es... Por eso nadie puede decir de mi que soy una ladrona si hoy me robo un lápiz, o aún si hoy me robo un banco... sólo podré decir, hubo un día que robé. Hubo un día para robar y otro para ser honesta... muchas fuerzas efímeras individuales podrán decir cuando tengamos 80 qué fue lo que fuimos... o concluir que de ser tantas cosas terminamos por no ser nada en específico.

Tomás David Rubio dijo...

"En este momento sólo puedo anotar que el pasado es hermoso, porque uno nunca comprende una emoción en su momento. Se expande más tarde, y por tanto no tenemos emociones completas respecto al presente, sólo respecto al pasado (...) Ésa es la razón por la que reflexionamos sobre el pasado, creo".

Virginia Woolf. Diarios (1925-1930).

Jorge dijo...

Está muy bueno ese párrafo, Tomás. Gracias por el aporte. Le agrego el siguiente:

"Debido a que no sabemos cuándo moriremos, pensamos en la vida como un pozo inagotable. Sin embargo, todo pasa sólo un cierto número de veces y, en realidad, muy pocas. ¿Cuántas veces más recordarás una tarde de la niñez, una tarde que se volvió una parte tan profunda de tu ser, que no concibes la vida sin ella? Tal vez cuatro o cinco veces más. Tal vez ni siquiera eso. ¿Cuántas veces más verás salir la luna llena? Tal vez veinte. Sin embargo, todo parece ilimitado"

Paul Bowles, 1949

Ángela Cuartas dijo...

No sé de quién recuerdo mi pasado

"No sé de quién recuerdo mi pasado
Qué otro fui cuando lo fui, ni me conozco
Como sintiendo con mi alma aquella
Alma que sintiendo recuerdo.
De un día para otro nos desamparamos.
Nada verdadero a nosotros nos une
Somos quienes somos, y quienes fuimos fue
Cosa vista por dentro".

Ricardo Reis

Jorge dijo...

Tremendo eso de uno sentirse como otra persona, pero muchas veces es inevitable por cosas tan básicas como el cambio físico.

Cuando yo tenía entre 7 y 9 años me iba caminando desde mi colegio, que queda en el centro de Manizales, hasta un colegio donde trabajaba mi mamá. Me iba por toda la carrera 23 que siempre estaba llena de gamines. Cada medio día era una odisea en la que tenía que pasarme de andén o entrar a las panaderías y cacharrerías para evitar gamines y señoras locas. A la que más miedo le tenía era a una señora que le daba picos a los niños.

Ahora cuando paso por la carrera 23 veo que esa amenaza era muy pequeña, que simplemente estaba sobrevalorando el contexto.

Eso mismo pienso ahora cuando tengo un problema.

Ángela Cuartas dijo...

Yo simplemente pienso que un día me voy a morir. Y listo, la gravedad del problema disminuye como por arte de magia. Es consuelo de tontos, pero me ha servido siempre como estrategia de supervivencia.

Lo que a vos te pasaba con los gamines a mí me pasaba con los hippies de la sexta en Cali. Para mí ellos eran el mismísimo coco. Y ahora cuando paso por el lado de ellos veo que esa energía oscura que yo les sentía se llama marihuana y falta de baño.

Christian C. Londoño dijo...

"(...)What man has bent o'er his son sleep, to brood/ How that face shall watch his when cold it lies?/ Or thought, as his own mother kissed his eyes,/ Of what her kiss was when his father wooed? (...)"

Es decir,

"¿Qué hombre se ha inclinado sobre el rostro de su hijo para pensar cómo esa cara,/ se inclinará sobre él cuando esté muerto?/ ¿O pensó, cuando su propia madre le besaba los ojos,/ lo que habrá sido su beso cuando su padre la cortejaba?"

Inclusiveness. Dante Gabriel Rossetti.

Jorge dijo...

Pero Ángela, esa estrategia no es muy fatalista? Claro que yo creo que es muy buena para evitar el suicidio... como decía un amigo mío: Uno para qué se va a matar si de todas formas un día se va a morir?

Christian, no conocía a ese señor Rossetti. Está muy bacano lo que puso ahí.

Ángela Cuartas dijo...

Debe ser fatalista. La muerte es fatal, o sea, inevitable. Pero ese pensamiento nunca me deja ansiosa o desesperanzada, todo lo contrario: siempre me da perspectiva y me deja ligera. Pensar en la muerte es una de las cosas más útiles que conozco.

Pero mirá que como argumento en contra del suicidio no me convence. Me parece más lógico pensarlo al revés: si igual me voy a morir, entonces mejor poder decidir cuándo la vida ya es francamente insoportable.

Jorge dijo...

Pero se pierde uno una buena sorpresa. Suicidarse es como ir con alguien a comprar el regalo de cumpleaños de uno.