En 1.990 todos los días comenzaban con un pitazo del transporte, camioneta Renault 18 que manejaba Doña Blanca, esposa de un tío de ella que era militar retirado, con el pelo muy grasoso Doña Blanca, había vivido en Bogotá un tiempo y había vuelto para quedarse sin abandonar el acento adquirido que le concedía un cierto status entre los pobres. Doña Blanca alababa constantemente a los militares, a los rolos, a Fernando, su esposo, a Fernandito, su hijo, a Tata, su hija, haciendo de todas las conversaciones que provenían de adelante un monólogo sobre sus virtudes; o bien una alabanza a los militares, a los rolos, o a una combinación de ambas cosas.
El día proseguía tembloroso. La entrada de mosaicos amarillos y rojos, un pasillo siniestro atiborrado de niños que no sabían multiplicar, la mala higiene de tanta gente junta, un niño pedorro, una profesora diciendo ¡fo!, ¡fo forofó!, tantas tareas sin resolver, tantos años por delante con el estigma seguro de no saber multiplicar, y después la división, y unos niños de quinto que dicen que eso no es nada, que esperemos a ver una raíz cuadrada, y una tía diciendo que la infancia era hermosa, que no había problemas, que el trabajo, ese sí era un problema, y las deudas, y el despecho.
Todavía me sudan las manos cuando recuerdo la pregunta 7x7. SIETEPORSIETE!!! No estudió la tabla del 7? No, pero yo me sé 5x6, yo también me sabía las capitales pero eso no me salvaba. A los 6 años las matemáticas son el estandarte de la hombría, un mal matemático a los 6 años es proclive a la flojera, es como una niña.
Un reloj digital marcaba las 4:40 en bombillitos amarillos. La leyenda escolar decía que ese reloj lo había construido un ex-alumno brillante que por ese entonces trabajaba en la NASA. Todos los días yo miraba ese reloj y pensaba: Esto no puede ser peor.
11 comentarios:
Eso de las matemáticas cuesta mucho maestro, a mí no se me da eso de sumar, menos lo de multiplicar; pero creo que si se me da restar y mucho mejor dividir, con esto último cada vez que lo hago salgo vencedor.
Salú pue.
muy charro que en tu colegio te pusieran a multiplicar a los 6 años, estabas muy chiquito pa eso.
Yo me acuerdo exactamente a los cuantos años era multiplicar, me acuerdo porque casi que no aprendo. Fue a los 7 años (segundo de primaria). Un compañero que se llamaba Gabriel Jaime multiplicaba con mucha habilidad. Gabriel Jaime después, se volvió bruto (en mi opinión), siempre he sostenido la hipotesis que eso le paso de tanto hacer pereza, en serio. Esa hipotesis me la he sostenido más que nada a mi mismo, no se la he dicho a nadie. No la he compartido hasta ahora porque nadie me preguntó nunca por lo que yo pensaba al respecto.
Antonio José también multiplicaba que daba miedo. A Antonio José lo mataron a los 19 años, dicen que andaba en malos pasos. Yo apreciaba mucho a Antonio.
Antonio era igual de teso que henaito, si eso no hubiera pasado yo creo que ahora Antonio sería un magnate como henaito, que pesar que lo mataron.
Pues, Gabriel Jaime no se volvio bruto, aunque si me parecía un poco tonto.
Pero bruto no, sino que después de ser tan teso y ya en quinto de bachillerato no entendía las cosas igual. Tal vez era como una especie de Gary Coleman del salón, que no pudo manejar su talento, que su exito temprano le hizo daño, tal vez el siempre lamentó nacer con esa habilidad y disposicion natural para multiplicar y dividir. Es posible que ahora ya canoso y calvo se haya reconciliado con el mismo, de vez en cuando debe coger un lapiz y hacer unas cuentesitas, se le deben salir las lagrimas haciendolas. Eso creo yo por lo menos.
Juanito, ese relato sostenido en línea de recuerdos de la infancia (porque a los 6 años uno de verdad está muy chiquito) hace pensar que a veces uno no estaba preparado para ciertas cosas.
Ahora uno piensa que pudieron ser buenas, pero en ese momento fueron horribles. A mí me pasó que entré de 5 años al colegio a un nivel que estaba dos grado por debajo de primero (se llamaba infantil) y estaba antes de kinder. Los niños de infantil de lo único que se tenían que preocupar era de no hacerse pipí en los pantalones y escoger piezas de lego de un cajón que olía a orines (porque una niña del salón se orinó ahí). El problema es que a mí me enseñaron en mi casa a leer mucho antes y claro! eso afectó mi imagen: las profesoras me amaban por ser lectora precoz y entonces me ponían a leer en cuanto acto cívico se inventaban, cosa que me parecía mortalmente aburridora porque me convertía en el centro de atención y yo era y sigo siendo muy tímida. Y los compañeros me odiaban por ser el objeto de predilección de las profesoras.
Conclusión? a uno no lo deberían poner a hacer y aprender ciertas cosas sino hasta que uno esté mental y socialmente preparado.
ayy qué pecao...¡es que eras un nene! jajaja yo a los 6 años estaba aprendiendo a escribir mi nombre en una cartulinita que nos hacían poner en el "pupitre" de cada uno jajaja....a multiplicar me enseñaron en 3° de primaria cuando tenía 9 años y pues aunque no me gustó mucho, le cojí el tiro rapidito. Aún así, de las matemáticas del colegio, siento que sólo sé sumar, restar, multiplicar y dividir (números naturales) porque de resto...
La cagada del colegio es que muchas veces enseñan cosas cuando los niños, e incluso los jóvenes, no están en edad de aprenderlos o en edad de valorar esas ensañanzas y disfrutarlas. Por ej, los libros....estoy convencida de que si en los colegios no obligaran a los alumnos a leer libros como el Popol Vuh (supongo que todos tendrán su mal recuerdo escuelero- literario) cuando uno apenas está haciendo sus primeros pinitos en la lectura, no habría tanta gente que asegura que "no le gusta leer"....¡pero qué les va a gustar si les mataron el amor por la lectura cuando eran apenas unos retoños! ......antes uno muy animado que hizo de tripas corazón, cogió otro textico y descubrió solito que los libros eran realmente una maravilla(incluso el Popol Vuh, pero leyéndolo en un momento más adecuado de la vida).
Bueno jajaja me soltaste la lengua con tu post pero debo salir a hacer una vuelta así que dejo hasta acá.
Buena entrada :)
Ah, sí me equivoqué, tenía 7 años, lo cual hace muy diferente la situación, porque uno a los 7 años ya no es un niño de 6.
En todo caso, años después me volví razonablemente bueno en las matemáticas.
Yo también me acuerdo de un man que se embruteció. Era un duro multiplicando y depronto, años después no entendía nada. Tan raro eso...
Yo creo que es que a uno en la vida casi todo le pasa a una edad inapropiada. Uno hace casi todo antes del momento oportuno, por miedo de llegar al momento límite sin ganas de empezar. Es decir, uno le da prisa al paso malo para no tener que esperarlo.
A mi en 2 me enseñaron a multiplicar, y en 3 a dividir, yo si que era malo pa' eso oiga!, Pro para las planas, y el "dibujo libre"... Hasta tenía admiradores. Después me volví muy, pero muy hábil para dibujar mapas.
Pero me acuerdo muy bien, muy muy bien que cuando me empezaron a enseñar a multiplicar mi abuela materna me ponía un disco, sí, un acetato, que tenía las tablas de multiplicar del 1 al 10. Era como de unos cantantes expañoles. Como una profesora cantando y los alumnos la coreaban:
"-Señorita, señorita, ¿comeremos el bizcocho?
Si, pero teneis que prometer que apredereis la tabla del ocho"
Ocho por uno, ocho, ocho por dos dieciseis...
Ya después me di cuenta que la tabla más facil de todas, además de la del 1, la del 2 y la del 10, era la tabla del 11. Pilada!
Qué chistoso eso de la tabla del 11! dizque "pillada!", eso es verdad... uno pensaba ¿tabla del 11? cómo será de difícil? y nada, era como la del 1 solo que doble. Qué curioso, Sebastián, yo tenía era un LP de Cantinflas enseñando a multiplicar.
Yo era malo en matemáticas, pero creo que mis hermanas eran peores, y fue por eso que el LP de Cantinflas se escuchó durante largos años en mi casa.
Yo a esa edad sudaba el 90% del tiempo. Cuando empezaba la clase de matemáticas me invadía el pánico...y todavía me da miedo cuando me ponen a hacer algo relacionado con números...tiemblo de pies a cabeza.
Es una sensación parecida a la de estar perdido a los 5 años en el Ley...uno navega entre piernas de adultos buscando desesperadamente a los papás y a los hermanos mayores y a nadie parece importarle...todo el mundo está en su cuento, con su gente...
Así era cuando yo trataba de mirar la división de la niña que estaba a mi lado, sudaba, trataba de inclinarme disimuladamente para no perder la dignidad hasta que la niña me pillaba, cerraba el cuaderno y volteaba la cara...y yo...seguía sudando.
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