Una fracción de los hechos se pierde entre parpadeo y parpadeo





lunes, 12 de abril de 2010

Con cargaderas, no

A veces voy los domingos al cementerio y aunque lo hago con respeto, no puedo dejar de pensar que lo que piso es un parque bonito como cualquier otro, adornado con lápidas y abonado por muertos. Jardines de la Esperanza es un cementerio que fiel a la topografía de la ciudad alberga a sus difuntos en lomas que en este caso interrumpen el verde de la grama con rectángulos grises de marmolina destinados al espacio personal en el que nosotros, los dolientes, evocamos la memoria de aquellos que ya tienen la certeza de una fecha final. 21 de febrero de 1.985; 4 de marzo de 2001; 16 de octubre de 2007... días como este que dejan de ser ordinarios para convertirse en el último de alguien. A veces incompleto. Sorpresivo o previsible. Último en todo caso.

Sonará a Chavo del 8, pero lo que más me asombra de los muertos es que alguna vez hayan estado vivos. Que hayan nacido alguna vez. Que los padres hayan deseado su concepción y que hayan invertido en ellos grandes cantidades de dinero incluso a sabiendas de su destino fatal. Todo eso me asombra... Que ellos, los muertos, alguna vez hayan sido solo un proyecto y que por el capricho que lanzó a sus padres a concretarlo hayan tenido que soportar la muerte. Y más aún, ¡la vida!... ese negocio en el que a pesar de saberse de antemano que la inversión inicial está perdida y que cualquier rédito se va a esfumar, se ejecuta con entusiasmo y sin pausa.

Las anteriores son ideas que ya no aplican, porque estoy vivo e inevitablemente voy a morir. No sé cómo, no sé cuándo, no sé dónde; si estará lloviendo, si me alcanzaré a asustar o si me podré defender de algún modo. No sé si será un instante extraordinario o si solo se sentirá algo semejante a la contracción que precede un estornudo. No sé si duele o si arde. Si pica. Si medie un acertijo para salir del limbo.

Mi hermana dice, creo que citando a alguien, que la mayor muestra de vanidad posible es imaginarse el funeral de uno mismo. Tiene razón... Es inevitable pensar en los músicos que van a contratar, rogar que sean calificados, que no canten Amor eterno y que interpreten, en cambio, un aria sobria que delate nuestro buen origen. Es inevitable también ruborizarse por el escándalo que protagonizará alguna prima ruidosa; imaginarse cientos de páginas en el libro de asistencia y conmoverse con los sentidos discursos de los compañeros de trabajo. Ni hablar del suspiro que provoca la convicción de que muchas mujeres van a llorar y nos van a extrañar.

***


Las profundas consideraciones sobre la muerte solo se estancan en aquellos trámites que también la rodean y que la convierten en un asunto cotidiano como el matrimonio o la expedición del pasaporte. Ese trámite que inicia con el certificado de defunción, pasa por el registro y las cláusulas del testamento y termina con la inscripción de la lápida en letra de estilo, bajo la cual, a tres metros de profundidad, se entra a hacer parte de aquella extensa vecindad de gente que seguramente no se conoció en vida. De gente que en su mayoría nunca pensó en cuál sería su lápida vecina y que ahora yace dispuesta en grupos de a dos, de a tres, de a cuatro. Rubiela con Mauricio, Arturo con Carolina, Andrés, Fabio y Gloria Esperanza.

De esa vecindad haremos parte los convencionales. Los que no pretendemos agregarle dramatismo a un hecho que por sí solo ya no podría ser más dramático. Los que le hacemos el quite a esa tendencia aborrecible que pretende dar instrucciones sobre el tratamiento póstumo que uno ha de recibir... Pedir que lancen las cenizas al mar, que pongan diez claveles sobre el ataúd, que se siembre un árbol en nuestro honor, que se haga una donación ó que se escoja un lugar simbólico para la sepultura, son disposiciones cursis que delatan el exceso de amor propio y, sin embargo, cuando voy a Jardines de la Esperanza pienso mucho en el que va a ser mi lugar. No sé si será en el potrero de la derecha o en el de la izquierda. Tal vez en el de abajo, por el horno crematorio. Cerca del mausoleo ó al lado de la capilla. No sé. No lo podría definir... Prefiero dejar en manos del azar la decisión de mi ubicación eterna, pero ruego que no me toque al lado de alguien que se llame Gildardo. Como en el colegio que el azar me puso al lado de Héctor, uno de cargaderas.

21 comentarios:

Ángela Cuartas dijo...

Ojalá no pique. Jajaja.

Sandra dijo...

Solo una precisión: cargaderas son las cintas que sostienen el pantalón?
Perdoná la ignorancia y la pereza de googlear...

Jorge dijo...

jeje, exactamente. Cómo más es que les dicen?

Jorge dijo...

Y si la muerte llega a picar, seguramente en el infierno tendrán proscrito el caladryl.

maggie mae dijo...

yo nunca he pensado en eso y después de leer esto tampoco se me ocurre nada.
también les dicen tirantes o tirantas (que me suena como a chocolatas: horrible)
¿Será que la muerte pica? qué cosa horrible, será andar con tarrito de caladril.

Jorge dijo...

La muerte, como acontecimiento social, puede dar mucho más de qué hablar que ese misterio indescifrable que encarna. Hay velorios en los que el muerto es una simple circunstancia. De hecho yo creo que en todos los velorios, para el grueso de la concurrencia, el muerto es una circunstancia como cualquier otra.

En eso es en lo que me gusta pensar... En la cantidad de gente que va a ir a mi velorio para ganarse el abrazo de mis hermanas, para encontrarse con alguien o para poner su amistad a la orden de mis dolientes.
Esa parte de la muerte me parece muy interesante.

Susana dijo...

Yo sí quisiera que donaran lo que pudieran de mis òrganos y que me cremaran de una vez en lugar de enterrarme pa que despuès de un tiempo tengan que hacer exhumación.

Eso sí, si queiren hacer velorio o no, si quieren hacer misa o concierto de mariachis, enterrarme al pie de un àrbol o dejarme encima de la chimenea, no me importa; lo que le de paz al que quedó vivo es lo que importa, ¿no?

Sandra dijo...

Mirá que a mi los matrimonios ya no me parecen tan cotidianos. Parece que han perdido su vigencia.

Hace rato no voy a uno, y sé de pocos de allegados pero a los que no he podido ir. Por el contrario, sé de más muertos por la cuadra, de los que mi mamá me mantiene informada.

Debe ser que para morirse no hace falta sino una persona viva y para los matrimonios dos dispuestos a casarse y a hacer el gastico.

Vos en lo que te ponés a pensar por Dios! La muerte...qué temita! Al menos te inspira como para escribir la entrada tan bacana que escribiste. Si es así, seguí yendo a los cementerios. Ahh una cosita, tu entrada me hizo pensar en la serie six feet under.

Saludos!

Jorge dijo...

Yo creo que sí es importante lo que le dé tranquilidad a los que lo sobrevivan a uno, pero por eso mismo creo que son ellos los que deben decidir qué hacer.

Sería bueno que existiera una modalidad de donación de órganos en la que uno pudiera escoger a quién donárselos...

Jorge dijo...

Sí, Sandra, lo que dices de los matrimonios es como cierto. Yo veo que mucha gente de mi generación se casa, los amigos de infancia se están casando entre sí, pero hace mucho tiempo que no me invitan...

Debe ser que es una ocasión reservada para los que son potenciales casaderos y no para aquellos que nos vamos configurando como solterones.

Qué tal six feet under? nunca la he visto...

Ana María Mesa Villegas dijo...

Entro a comentar para comentar sobre los comentarios y no sobre la entrada, que me gustó mucho!

Mi abuelita me está diciendo solterona desde que tengo como 13 años y no sé si será por eso, pero ahora cuando me lo dice (cuando ya parece que es cierto), todo lo que logra es que me sienta como de esa edad... pero a mi sí me invitan a matrimonios de amigas como de mi edad que ahora sí, después de evadir mucho el asunto se van a casar... este año tengo 2 de esos, anunciados e invitados, a mi me parecen muchos para estar todavía en el primer trimestre del año.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Ahhh y estoy de acuerdo con Lalu desde la "Y" hasta el signo de interrogación...

Pero odio pensar que la gente no vaya a ir a mi entierro a pensar en mi sino en ellos mismos... qué furia! y qué egoísmo el mío...

Sandra dijo...

Uyy, dejé esta ventana abierta por error y parece un chat en real time.
Pues mirá que la serie está muy bien. Casi todos los personajes tienen un problema no resuelto.Y todo gira en torno a la vida de una familia dueña de una funeraria (la funeraria está en su casa)y el tema principal al comienzo, es la muerte. Luego es la familia y así.
aquí te dejo un link con el primer capitulo:
http://www.megavideo.com/?s=seriesyonkis&v=65KLP3AW&confirmed=1

lo único malo es que está doblada al español de España...

Lo que dijiste sobre los que se perfilan como solterones es muy cierto. Pero eso no quita que nos inviten por simple cortesía no?

Sandra dijo...

De acuerdo con Lalu y con Ana, no tanto. Me parece que uno va más a los entierros o velorios para decirle a los que quedan vivos, aquí estoy compartiendo contigo la tristeza. Yo al menos, pienso más en el vacío que deja el muerto a los vivos y no tanto en el muerto como tal. Uno va a decirle a los vivos, espero que mi insignificante presencia sirva de algo. Aquí estoy.

JuanDavidVelez dijo...

Si hubiera un indice que se calculara con cuantos amigos me han asesinado a mi por lustro entonces el lustro más violento fue de 1990-1995. Mataron a tres amigos en esos años: Sergio, Ramiro y Juan Carlos. A los tres entierros fui a despedirme de los muertos, yo iba a despedirme del muerto.

Sergio era muy amigo mio, durante muchos años yo seguía "viendolo" por ahí o soñaba con el, en los sueños me lo encontraba y el me contaba la historia de porque se tuvo que hacer el muerto.

Victor Gaviria acerca del tema dice muchas cosas, al hombre el tema le interesa. En una de esas dice que la muerte es una mala trabajadora, porque uno sigue viendo al muerto por ahí en alguna espalda por la calle, o en la cara de alguna otra persona.

Un fragmentico de don Victor de uno que se llama Memoria de los muertos.

"Me enteré de que los muertos olvidan muy rápido a los vivos. Una vez muertos piensan muy poco en ellos, no gritan, no se tiran al suelo desmayados por el dolor de la separación, ni lo enceguece la pena de no volverse a ver.
¡Qué poca falta les hacen los vivos! Se olvidan de ellos, como si estuvieran enfermos de ingratitud o no recordaran nada, o no les importara haber estado vivos, como nos importa a nosotros, que somos los novios de los días fugaces."

JuanDavidVelez dijo...

A mi me invitan a un matrimonio al año más o menos. Esas fiestas me parecen bacanas, siempre me emborracho despacio, la ultima vez me pase un poquito, no le hace. Un truco para los matrimonios: si les gusta el aguardiente y el matrimonio es tan elegante que es sin guaro entonces pidan vodka, experimentalmente comprobé que la rasca es parecida.

JuanDavidVelez dijo...

Mis amigos más cercanos ni notaría pagan, casi que de todos mis amigos el único casado disfrazado de novio fui yo, los demás se casan por el rito de definir quien paga el arriendo y quien el mercado y ya, ellos se casan ya sea en una agencia de arrendamientos o en un banco comprando una casa a 15 años, la escritura de la casa o el contrato de arrendamiento son la partida de matrimonio de esos manes.

Jorge dijo...

Yo una vez discutía algo con un amigo, y es que hay unos indicadores de que uno se está conviertiendo finalmente en un macho adulto de esta especie y que uno de esos indicadores es no llorar en los entierros.
Hay otros como mostrarse indiferente cuando un inferior le habla a uno en el trabajo ó hacer mala cara cuando le piden limosna.

Yo creo que esa es una condición muy difícil de alcanzar. A mí me cuesta enlistarme en esos indicadores, no porque (en el caso de los entierros) sea de los que piensan que hay que dejarlo salir y que es bueno demostrar las emociones. Y que llorar es de hombres y que las lágrimas denotan nobleza. Yo no creo eso. En los entierros yo lloro es porque la muerte me pareece una cosa muy triste. Terrible. Cochina. Y porque pienso que el muerto no va a alcanzar a ver cuando terminen de construir la avenida Colón y cosas así.
Los velorios me hacen pensar que la vida es como un año de intercambio. Que uno llega, conoce a un montón de gente, se crean lazos y ya después se empiezan a ir de a poquitos.

Anónimo dijo...

casate conmigo

Jorge dijo...

Con quien? Eres Ricky Martin?

Anónimo dijo...

no, soy tu cuajo gemelo :p y tu el mio....