Una fracción de los hechos se pierde entre parpadeo y parpadeo





martes, 10 de mayo de 2011

Los balines



Hoy salí a almorzar con Adriana. Ella es muy alta, de una forma que hace pensar en una jirafa caminando dentro de un apartamento. Tiene algo en la garganta, una bola, y tiene poquito pelo. Casi siempre dice que le parezco muy tranquilo y se ríe cuando hago cara de bravo o imito a alguien que saca un revólver de la chaqueta. Me parece muy fea, mucho, sobre todo cuando se ríe y se le ven las encías que poco a poco le han ganado terreno a unos dientes pequeños que mancha de colorete sin darse cuenta.

Hoy pedí pescado y ella carne en salsa. Los dos pedimos limonada, de la que viene con el menú del día en un vaso pequeño.


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Uber es el mensajero y de alguna forma el lado femenino de la empresa, su reina, un símbolo. Es respetuoso y muy pulcro. Vive con la mamá y es el tipo de homosexual que uno supone que se dañó en un paseo con los primos o acampando con los amigos del barrio. Está pendiente de todos los detalles; organiza los cubiertos en los desayunos empresariales, quita los pétalos secos de las flores que hay en la gerencia y organiza los turnos para calentar el almuerzo en la cocina. Cuando el equipo de la empresa juega un partido, uno escucha las porras de Uber en la tribuna, sus comentarios sobre las jugadas notables, su emoción cuando grita gol.

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Dicen que uno se aferra a los símbolos. Por eso surgió el nacional-socialismo, porque en épocas de crisis los símbolos cobran fuerza y la gente los abraza sin mucho debate previo. Cuando era pequeño salía a la calle con una caja de fósforos vacía y la llenaba de cosas. De imanes, insectos muertos, monedas y balines. Era una colección misteriosa. La escondía en una zapato que mi papá nunca se ponía y cuando no había gente en la casa, sacaba la caja, la abría y miraba lo que había adentro como si me lo hubieran prohibido.

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Uber no sabe que lo van a echar, pero lo presiente. El gerente lo vio repartiendo refrigerios en un evento por fuera de la empresa y ahora Uber no entiende que por esa causa me hayan obligado a abrirle un proceso disciplinario. - Me pidieron el favor, Jorge. - Me pidieron el favor. Yo trato de poner la cara en otra parte como si le fuera a disparar a un perro en la cabeza y le digo que se vaya, que vuelva más tarde.

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En algún momento saqué la caja del zapato y regué las cosas por ahí. Creo que cambié los balines y las monedas por otra cosa que no sé qué es, pero que también se me perdió ya.


2 comentarios:

CARAPÁLIDA dijo...

Uno no sólo tiene tesoros en la niñez...uno tiene tesoros toda la vida y lo mejor (como tu dices) es sacarlos cuando nadie está y verificar que están ahí sólo para uno.

CARAPÁLIDA dijo...

No hay nada mejor que guardar tesoros y sacarlos cuando nadie está....eso da una sensación de confidencialidad única.