Durante el recorrido notaba que se había secado un charco, que las moscas habían acabado al fin, después de semanas, con los desechos de un perro; que el verano había convertido una mierda gigante en una pasita seca.
El camino me parecía entretenido. Pasaban niños burlándose de mi. Eran muy pequeños, pero parecían serios, imputables. Podría golpearlos, pero les sonreía.
Jugaba con la bolsa. Veía hacia adelante. Una recta de 300 metros parecía el futuro, mediano, con árboles a los lados.