Una fracción de los hechos se pierde entre parpadeo y parpadeo





miércoles, 24 de noviembre de 2010

Un paisaje absoluto

Hay un paisaje absoluto que no depende del clima ni del estado de ánimo. En este caso está constituido por un bombillo que proyecta su luz tenue, generada en un gusano anaranjado, de alambre, que agoniza entre chispas eléctricas e irregulares. Como convulsiones, estas chispas rebotan contra el vidrio interior del bombillo provocando un sonido similar al de un insecto aplastado que se resiste a morir y se tira pedos en su agonía.

La luz se esparce con insuficiencia sobre mis cosas. Un perchero, una cama con dos cojines, la ropa que me quité, doblada sobre una silla. De una manga de la camisa cuelga un lapicero azul que repentinamente me parece una criatura curiosa. Lo aprisiono entre el pulgar y el índice. Es un pedacito de acero inoxidable del que sale una mina cuando giro la parte de abajo. Lo giro varias veces, la mina entra y sale. Escribo una cosa en la mano y la repinto. La repinto otra vez para que se vea bien.

Veo que el lapicero tiene una marca y seguramente un creador. Es solo un mecanismo, pero es parte del paisaje que se extingue cuando apago el bombillo. Me preparo para dormir entre cosas que no se ven, volteo la cara contra la pared y pienso: "una versión repintada de la nada".

5 comentarios:

Juan Mauricio Peña dijo...

Con esa última frase, "la nada" seguro se verá bien. Pensar la propia vida como un paisaje; o como una frase que se repinta en una mano sudada; o como un cuarto oscuro y los ojos cerrados, que lo hacen más oscuro todavía. En los paisajes absolutos uno no tiene cabida, se queda afuera. Me gustan las descripciones de lugares, a veces dicen más que las acciones de los personajes, que son tan orgullosos.

X. dijo...

¡Uy!

CARAPÁLIDA dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
CARAPÁLIDA dijo...

Creo saber cuando escribiste esto. Me gustó mucho.

Juan Vásquez dijo...

hey trémenda descricpión y me hizo reir la palabra pedo, yo sí soy un culicagao.