Como pienso una cosa, pienso otra. En el debate interno y ligero entre una cosa y otra, veo desdibujar mis intenciones justo cuando el dibujo parece completo. Salgo a votar y cuando estoy a punto de hacerlo pienso que mejor no, que al fin y al cabo estaría adivinando. De alguna forma todo se debe a que me siento desinformado casi para cualquier cosa que requiera información.
Salvo que se trate de datos exactos - como la hora del día o la capital de Somalia -, evitaré divagar sobre otros asuntos susceptibles de respuesta porque he descubierto, como lo dije al principio, que así como pienso una cosa, pienso otra. En las discusiones se me increpa constantemente... ¡Se contradice!, - me dicen- y en efecto me contradigo. Me contradigo y reculo sin objetivo como el que estando a punto de suicidarse piensa que mejor no, sin más.
Lo que me hace contradecir no es exactamente la duda ya que sería pretencioso dudar de algo que no sé. En realidad más que dudar, adivino. Si alguien me pregunta si creo en la integridad de quienes conforman el gobierno diría que sí, adivinando. No llego a dudarlo porque no tengo verdaderos indicios de nada más que de lo evidente. Si alguien me pregunta: ¿Llueve? Yo diría sí. O no. Si alguien me pregunta: ¿Lloverá? Adivino o digo no sé.
Todas mis opiniones están de algún modo sujetas al dictamen de una adivinanza porque carezco de información.
4 comentarios:
Pero eso es lo bacano de ser una persona y no un computador.
Uno es el espectador que, adivinando, modifica la posición del electrón.
Me identifico demasiado contigo. Lo malo de eso es que después uno se atormenta pensando qué hubiera pasado si uno hubiera hecho o dicho lo contrario a lo que eligió.
Ehhh pero uno tiene indicios... por qué hay que subvalorar las percepciones? o será que las viejas le damos mucho peso a eso, por andar cargando con un sexto sentido...
Yo sí especulo y concluyo a veces muy insolentemente...
Eso sí, espacio para ser incoherente hay que dejar...
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