La gente que espera el ascensor parece exasperada. Van y vuelven. Escarban en los bolsillos vacíos. Son las 8:03. Esta mañana a las 3 escuché a un borracho que pasaba por la calle, me asomé y logré verlo a través de la ventana. En ese momento pensé que solo 5 horas me separaban del fin de la felicidad. A las 6 los pájaros empezarían su gorjeo y las calles todavía estarían limpias y silenciosas. A las 8 ya estaría bien metido en el caos. Náufrago en un mar de segundos. Que son miles. Y lentos a su antojo.
Tal vez lo único bueno de que hoy sea martes es que mañana es miércoles - que no es la gran cosa- pero está a solo dos días del viernes -que es bueno y sería perfecto- si no estuviera a 2 días del domingo, que bien podría ser el mejor de los días si no precediera al lunes – que fácilmente me llevaría al suicidio- de no estar tan cerca del miércoles, que es un día tibio y medianero cuya única gracia consiste en encontrarse a dos pasos del viernes, que se perfecciona con la proximidad del sábado y con la seguridad del domingo inactivo que remata la expectativa... esa que se diluye el sábado donde reina la confusión y uno no sabe si divertirse o descansar - ambas-cosas-necesarias-y-escasas... y entonces viene el domingo con la resaca o con la reflexión idiota de haber arruinado la iniciativa aplastándose en la cama en lugar de haberse divertido un poco. Y así, una semana que parece tan larga se convierte en un instante que lo convence a uno de que el tiempo no alcanza para nada, salvo que sea martes, en cuyo caso el fin se ve muy lejos, todo es terrible y el porvenir parece un viaje a otra galaxia.
Llegó el ascensor y ahora 7 pisos separan la desesperación de la zozobra. En el bus tenía algo de intimidad... las cosas que escojo ver por la ventana y el ipod que me separa del mundo.
Huelo la madriguera desde la puerta del ascensor y pienso que no hay vuelta atrás, que tal vez lo vea más difícil que el resto del mundo y sólo tenga que aguantar hasta que el tiempo haga lo suyo. O hasta que al fin aparezcan los extraterrestres.
Veo que al lado del fax está sentado Yepes a quien ahora veo más que a cualquier otra persona. Temo que si ocurre un terremoto quede atrapado con él... o que se dicte un decreto que obligue a casarse a las personas que pasan mucho tiempo juntas.
Me puse el celular en la cabeza, porque estaba frío y se sentía bien. Y después maté una hormiga.
7 comentarios:
jajaja, me gusta ese final.
"Me puse el celular en la cabeza, por que estaba frio y se sentía bien.... Luego maté una hormiga"
jajaja.
Que cosas.
Bonito detalle ese.
Tenés como depre laboral, ¿no?
A mí me está empezando a dar crisis existencialista de desempleo, pero pienso en todos los días que me tuve que poner un busito insípido para ir a Bancolombia a calentar cubículo y vuelvo a contentarme.
Cuando yo he estado sin hacer nada, nunca se me ha ocurrido que estaría mejor trabajando. Tal vez haciendo otra cosa... algún oficio, tocando guitarra, pintando la casa o siendo objeto de la millonarización espontánea.
A mi el día que más me gusta es el sábado... deberíamos vivir en un eterno sábado... donde caben las clases de canto, de pintura, de francés, de baile, el gimnasio, la parranda, el sexo, la comida más rica, el helado, la ensalada de frutas, el salpicón, y no importa porque mañana es domingo y ayer fue viernes... pero que nunca cambie a domingo ni lo preceda el viernes, que solo sea sábado, siempre sábado...
Yo siento lo mismo el martes, el fin se ve lejano. Pero el miercoles hay como un brillo de esperanza, se ve la luz al final del camino: el sábado (de acuerdo con Ana).
Antes eran los viernes, pero ahora estudio viernes y sábado.
Lalu, aprovechá el desempleo, son momentos únicos e irrepetibles, de descanso, pero también de oportunidades de hacer cosas que no podés mientras trabajás en oficina. como salir a caminar largo un martes por la mañana, visitar las tías (que a mi me gusta), cuidar a los sobrinos (si tenés), leer TODO el día, escribir, ir a cine solo por la tarde, trasnochar y levantarse tardísimo, etc, etc.
Las oficinas son depresivas, yo nunca veo a nadie llegar feliz por trabajar aquí. todo es beige o gris. aunque mi oficina tiene una magnífica vista de Medellín. El aire acondicionado es absurdo de frío, me toca traer abrigo y después encartarme en el bus como llevando una cobija.
bueno, me tengo que poner a trabajar.
En Bancolombia, tenía el mismo abrigo que me llevé a NYC colgado en el clóset. Lo dejaba ahí por la noche y me lo ponía por la mañana. Como era blanco, salía con todo. El frío era absurdo.
Cuando estaba en la oficina de Beatriz Estrada sí me gustaba ir a trabajar, sobre todo porque era medio tiempo. Por la mañana estaba en la universidad, por la tarde trabajaba y después salía a conocer el centro.
EL trabajo mío de por la tarde es muy tranquilo. No tengo que trabajar mucho, la gente es amable y las instalaciones no podrían ser mejores. No tengo un cubículo sino un espacio grande con ventanas a través de las cuales se ven avestruces, ovejas y cebras. Estoy en el bloque administrativo donde casi no hay gente y mi jefe me conoce desde que estaba chiquito, y además creo que me aprecia desde que estaba chiquito.
El de por la mañana sí es un desastre. Mi jefe no es que me caiga mal, sino que me pone nervioso. De hecho, me cae bien. Tengo contacto con gente irritante, funcionarios de medio nivel, clientes tipo usuario del consultorio jurídico, llamadas todo el tiempo y todo está desarrollándose en un oficina muy fea.
Pero lo bueno del trabajo de por la mañana es que me acuerdo de una cosa que dicen en una canción de Pink Floyd: "did you exchange... a walk on part in the war, for a lead role in a cage..." y eso sí es como un papel de infantería en la guerra. Porque es en el centro y con eventual contacto con La GAlería... Hoy conocí a un tipo que es muy amable pero tiene pinta de haber estado en la cárcel. Una vieja que lo conoce me dijo que si se peina el pelo hacia atrás mientras habla con uno, es mejor ir haciendo testamento.
Pero testamento de qué si uno trabajando no consigue sino para seguir trabajando.
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