Una fracción de los hechos se pierde entre parpadeo y parpadeo





lunes, 26 de abril de 2010

Doña Maria Eugenia y yo, Charles de Gaulle

Doña Maria Eugenia vivía sola en el 2C-901 y yo con otros 4 en el 2C-1001. Tenía entre 70 y 120 años, un lunar entre las cejas y tres baticas: una gris, una de flores y una beige. Como a veces coincidíamos en el descanso de las interminables escaleras que me llevaban hasta el quinto piso, logré saber, entre otras cosas, que era de Popayán, que tenía una hija en quien no confiaba y una nieta muy bonita a la que le auguraba por lo menos la corona del Reinado del Café. Conocí a la hija, que era profesora en el Granadino y noté que el dejo fricativo de su voz y una joroba prematura hacían retoñar la desconfianza de Doña Maria Eugenia. Quizás apresuradamente deduje que se encorvaba por miserable y que hablaba entre dientes escondiendo una mala intención. Su hija, es decir la nieta de Doña Maria Eugenia, no era tan bonita como su abuela creía, pero era dulce y parecía buena. Ella era la que manejaba el VolksWagen escarabajo color crema todos los miércoles cuando llegaban de visita donde la vieja.

Doña Maria Eugenia predijo varias veces que yo sería algún día presidente de la República. Yo creo que las vecinas de Roosevelt y las de Churchill predijeron la misma cosa. Seguramente también hicieron la misma predicción las vecinas de muchos otros que nunca fueron nada, ni presidentes, ni nada.

Con el paso del tiempo se fue poniendo senil y recuerdo que en el terremoto del Eje Cafetero salió al hall gritando que era el fin del mundo. Corría escaleras abajo y volvía a subir. Finalmente se calmó, me abrazó y me dijo que yo sería algún día presidente de la República.

A veces he pensado que soy un hombre con duende, algo seductor, solitario y esas cosas, y que tal vez Doña Maria Eugenia en sus delirios haya logrado percibir algo como eso y lo haya acomodado al perfil de un caudillo. Solo que en esa época yo era un gordito con gafas y me ponía bermudas de drill con prenses, lo que me alejaba mucho de ser un duende, un seductor o por lo menos un líder mediático... De hecho, fracasé en las elecciones estudiantiles, incluso habiendo prometido la instalación de ventiladores en todos los salones. Mi competencia solo aseguró que velaría por una buena relación entre profesores y estudiantes. Con eso le ganó a mi propuesta estrella: los ventiladores. No lo podía creer. Atribuí el fracaso a un asunto de imagen.

Hacía las tareas pensando en Doña Maria Eugenia... No la quería defraudar. Cuando la saludaba ya la veía como a una de mis gobernadas. Le daba la mano con perspicacia política como pensando en asegurarme su voto. Le hablaba con elocuencia, con tono pausado, dando a entender que comprendía todos sus problemas y que estaba haciendo todo para solucionarlos. Hasta le ayudaba a subir las escalas. Le cargaba los paquetes y le abría la puerta. Me miraba con cariño. Como a un presidente... Como una señora francesa a Charles de Gaulle, así.

La hija y la nieta seguían yendo todos los miércoles. Almorzaban y se iban. También nos cruzábamos en las escaleras; la señora siseaba y la nieta agachaba la cabeza porque yo le gustaba. La vestían a una usanza que supongo payanesa de los 50s, así que el VolksWagen resultaba perfectamente apropiado.

Tal vez un año antes de irme del 2C 1001, llegaron los loqueros y se llevaron a Doña Maria Eugenia. 6 meses después murió. Supe que estaba desnutrida y que insultaba a los médicos.

7 comentarios:

CARAPÁLIDA dijo...

que bacano! me conmovió mucho lo que escribiste...

Ana María Mesa Villegas dijo...

Pareciera que le estás haciendo el quite al destino, sin mucho éxito... es decir, pareciera que un día serás todo el duende que todos creen... si no se te ocurre proponer ventiladores en tierra fría...

Por otro lado, casi no ubico esta historia en el tiempo... a pesar del dato del terremoto que fue en el 99, cierto?

Jorge dijo...

Ahh, pero creo que fue otro terremoto que hubo antes, como en el 96.

Susana dijo...

O en el 91

Jorge dijo...

No... Ahí todavía no tenía facciones de presidente.

Ana María Mesa Villegas dijo...

Pero de todos modos se desarrollaron antes de la pubertad?

Jorge dijo...

Las facciones de presidente?

Las tuve... seguro que las tuve. Fueron desapareciendo cuando se me quitó la miopía ya ya no me tuve que poner las gafas; y sobre todo cuando pasó a mejor vida Doña Maria Eugenia que era el aliciente moral que tenía para lanzarme.