Una fracción de los hechos se pierde entre parpadeo y parpadeo





martes, 29 de octubre de 2013

¿Para dónde vamos?

Encarna

Se está muriendo la Tía Encarna, la del hotel. Le decimos Encarna de cariño pero tiene un nombre de esos que retumban: María Encarnación Ramírez Largo. Y ella, más que vivir, lo que ha hecho durante estos últimos noventa años es, también, retumbar. 

Mi mamá dice que cuando estaba joven y le ayudaba en el restaurante, no era capaz de seguirle el ritmo. Que era un ritmo sobrenatural. Parecía desatrasándose a una velocidad vertiginosa de ese atraso original con el que nacemos todos.

Pero antes vendía empanadas. Y antes de eso era la muchacha en casas de ricos en Medellín y Pereira. Sin embargo, la venta de empanadas, la buena administración de las utilidades y esa cosa que es como una fuerza interior combinada con suerte, combinada con Dios, con trasnocho y con madrugadas, y con más trasnocho y con más madrugadas, la llevó a abrir a finales de los 80 el Serrana No. 1 en el parque de Riosucio. Y después el 2. Y después el 3.

Muchas veces pasé cuando era niño por su pequeño imperio. Denle a Jorge Andrés una carne bien pulpa y un vaso de leche, decía. Recuerdo mucho eso, mientras mi hermana me dice por whatsapp que le están fallando todos los órganos y que ya es muy difícil arreglarlos. Recuerdo las hojuelas y esa cocina que era como su despacho. Un despacho próspero de alacenas abundantes y rendijas bien lavadas, que repartía comidas a una clase de personas que ella llamaba "los viajeros", que incluía jueces, visitadores médicos, estafadores o supervisores ocasionales de la actividad de provincia. 

La recuerdo mientras se apaga en Manizales. Mientras deja de retumbar. Entiendo que es normal que se muera. Todo lo vivo se muere. Pero entre más vivo está, más extraño resulta que se muera.

viernes, 19 de julio de 2013

Ensayo académico

INTRODUCCIÓN

Hay un profesor que me parece muy güevón. En realidad me parece una güeva completa. Uno no debería decir estas cosas porque él ha sido cónsul general en Londres y yo me la paso rebuscándome contratos o asesorías en la jungla corporativa, pero digamos yo he visto en el campo gente que tiene una finca pequeña y es mucho más valiente y más honorable, o por lo menos menos agüevada, que gente que tiene una finca grande y van con la señora a hacerse el pedicure, y ni siquiera le dan propina a la estilista.

Es decir, este estudio apunta a demostrar que el éxito y el agüevamiento a veces van de la mano. Aunque a veces no.


MARCO TEÓRICO

Por ejemplo este profesor, como vivió un tiempo en Inglaterra, dice que está enamorado de todo lo inglés y se mantiene criticando a Colombia. Pero critica cosas de Colombia que a mi me parece que está muy mal criticar. Es decir, no critica a Bogotá, critica otras cosas de Colombia. 

Hace poquito criticó que un juez de aquí, lo ofició a él como cónsul en Londres para que resolviera un asunto con un juzgado en Inglaterra. Dijo que ese man (el juez), no sabía lo duro que es hablar con un juez de Inglaterra. Que un juez de Inglaterra no es como uno de acá. Que ya le va a llegar un cónsul de una banana republic y él le va a decir cómo le va, sígase, qué se le ofrece

Es decir, él cree que todos los colombianos debemos saber cómo funciona Inglaterra, solo porque a él le parece muy bacano Inglaterra. Claro que en el fondo es coherente, porque digamos todo lo que se pone se nota que lo trajo de Inglaterra. Son como unos vestidos azules de botones dorados y unas corbatas de mariposas que se le ven muy bonitas y que lo hacen ver menos colombiano. Es decir, él en un momento de su vida dijo uy es mejor uno no verse tan colombiano, y pues lo logró y le va bien con eso. Y a veces dice como unas frases en inglés que se le oyen todas lindas. Digamos cada rato dice a week in politics is a long time; y ahí mismo mira a una compañera del salón y le dice ain´t it, my darling?

CONCLUSIONES

Cuando estoy enfrentado a dilemas morales yo siempre pienso en mi familia. Por ejemplo hoy me preguntó una sicóloga que si yo me diera cuenta de que un compañero está haciendo fraude, lo delataría. Yo de una le dije que no, pero en serio no era por dármelas de héroe, es que casi ni lo pensé. Y no sé, pero yo a una sicóloga como que no soy capaz de decirle mentiras, y eso que me gusta mucho decir mentiras. Pero es que de verdad me caen muy mal los sapos y yo creo que es porque en mi familia siempre me regañaban cuando ponía quejas. 

Bueno, pero eso era para decir que yo me acuerdo de una enseñanza que me dio mi tío Manuel una vez en la finca de mi abuela. Esa finca era muy bacana. Era en clima muy frío y no había electricidad. Yo me acuerdo que tenía por ahi 8 años y salimos a darles vuelta a unos potreros a caballo. Allá trabajaban unos mayordomos que eran muy queridos. Uno de ellos se llamaba Orlando. Pues resulta que dando la vuelta por el potrero, se me reventó un estribo y se cayó en un charco. No importaba porque yo ni alcanzaba los estribos. Entonces Orlando me dijo tranquilo Jorge Andrés que yo ahora lo recojo. Ese potrero era muy lejos de la casa.

Cuando llegamos a la casa, el tío Manuel me vio bajándome del caballo. Yo me estaba bajando por el lado derecho, entonces me preguntó que si era que yo no sabía bajarme de un caballo. Yo como que no entendía. Entonces se acercó y me dijo que uno se bajaba por la izquierda, y ahí se dio cuenta de que no tenía el estribo izquierdo y que por eso me estaba bajando por la derecha. Me dijo que por qué no tenía el estribo y yo le dije que se me había caído pero que Orlando lo iba a recoger. Él me dijo que me devolviera por él, que quién dijo que Orlando estaba para recoger los estribos que se me caían a mi.

Yo me devolví, ya casi de noche, hasta el potrero donde se me había caído el estribo y lo recogí. Yo creo que por eso es que no me gusta cuando alguien dice A week in politics is a long time, ain´t it darling? 

jueves, 11 de julio de 2013

Ensayo académico

Últimamente tengo pegadas unas cosas que son como preguntas fundamentales, pero se me ocurren en el bus, en la carnicería o a veces por la tarde en la casa. Yo pienso que se me deberían ocurrir en un escenario más apropiado como un teatro, un ágora o por lo menos una capilla bien bacana. Pero se me ocurren es por ahí, entonces no les doy casi importancia; pero en serio que (lo digo con modestia), a pesar de lo simples, son tremendas preguntas.

Por ejemplo hay una que me parecería una buena pregunta para hacérsela a un man bien pensativo como Jesús. O a un loco, para que responda con sinceridad. La pregunta es ¿Qué es lo correcto?
Es una pregunta que está enfocada a identificar qué es lo que uno debería hacer todos los días cuando se levanta; algo que lo deje bien contento, que uno diga "uy sí, esto sí es lo que uno debería hacer todos los días". Mentiras que yo no creo que lo que uno haga lo tenga que dejar necesariamente contento, pero sí por lo menos lo suficientemente aburrido como para rebelarse un día y decir "yo parezco güevón haciendo esto todos los días", y entonces parar de hacerlo y ahí sí hacer lo correcto. 

domingo, 21 de abril de 2013

¿Con quiénes estamos?

"El Tigre se respeta"   Betulia, 1.941


1. Juan Pablo

Parece un pollito. Me acuerdo cuando estábamos en la entrevista, que me decía que estaba muy nervioso. Que el año pasado había pasado el examen, pero que la entrevista era lo más difícil porque uno no sabía lo que ese jurado indescifrable, conformado por dos embajadores y una psicóloga, quería ver. 

Nos hicimos amigos. No, amigos, no. Es como cuando dos perros se encuentran y se agradan. Por alguna razón no se atacan sino que salen corriendo por un parque, juegan y comparten un hueso. Así es que la primera semana me dijo: "Vení vamos a comer por allí que es aseado y a $5.500". Mientras almorzábamos me dijo que no tenía tv cable en la pieza, que a veces era difícil bañarse porque solo había un baño para ocho. Me pareció curioso pensar en el futuro: un día vamos a ser embajadores, cónsules, o ministros plenipotenciarios o vamos a ostentar cualquiera de esas jerarquías que nos alejarán para siempre de los almuerzos de $5.500

Los lunes nos dan Orientación Psicológica. Llevamos tres lunes escuchando las historias de todos. Las vidas completas de los treinta y dos aspirantes a terceros secretarios de la cancillería. Historias de muchachas que tuvieron problemas con los novios, que tuvieron grupos de amigas en el colegio, tíos que se murieron y abuelas cariñosas.

Juan Pablo empezó diciendo que en su vida mucha gente le había ayudado. Que él había crecido en la comuna nororiental de Medellín en un barrio que se llama Popular No. 2. Que allá vio y oyó muchas cosas que hubiera preferido no ver ni oír. Que la mamá salía temprano a trabajar y que él la esperaba jugando en una terraza hasta que ella volvía por la noche; que tal vez por eso era tan callado, que lo disculpáramos, que a él todos le caíamos bien, que si era callado es porque era su forma de ser, pero que él no tenía sentimientos negativos hacia nadie. Que estaba muy contento de estar ahí.

Lo más impresionante de esa historia es que la contó porque estaba obligado a contarla. Nos contó cómo caminaba hacia su casa agachando la cabeza para que no se la montaran sus propios vecinos. Yo llegaba caminando de la Universidad y me decían Pero ve este agüevado como se volvió de picao. Juan Pablo es muy discreto, pero una vez que empezó a contar cosas no pudo parar de decir la verdad. Lo hizo con serenidad, con total dominio del pasado. Yo lo veía desde la última silla, su cara de pollito sufriendo un cambio trascendental, sus facciones inocentes tomando el aspecto de un tigre.

En estos días me acompañó a hacer unas vueltas después de clase. Cuando íbamos por la carrera 8 con 15, me dijo Sí has visto qué belleza esos tapetes rojos de la cancillería? Cierto que son una belleza?



sábado, 9 de marzo de 2013

¿Quiénes somos?


Le juro mi mamá vieja que yo de usted no me olvido





Debe ser curioso lo que siente una mamá con un hijo calavera. Tratar de enderezarlo, de integrarlo a la naturaleza, de enseñarle sus funciones dentro del ecosistema. Escuchar sus quejas, su inconformidad, ser testigo de su desgano para trabajar. Escucharlo tomando aguardiente en la sala hasta la madrugada. Saber que algo anda mal. Ver que los otros muchachos se gradúan y trabajan y trabajan y trabajan.

Mi mamá ha sido tranquila con eso. Ha visto cómo, después de mucho aplazarlo, entre más trabajo, más me endeudo y menos parezco enderezarme. Simplemente me aconseja. Me dice que trate de hacer un presupuesto; que no me ponga bravo con los de los buses, que qué tal que me pase algo. Es cariñosa y se está envejeciendo lentamente. Es muy saludable, pero se está envejeciendo. A veces le duele un brazo. A veces la siento mirar desde la distancia de los 61 años, los primeros acontecimientos de su vida en el campo. Recorre minuciosamente sus historias del magisterio. Las luchas con el gobierno, los perfiles de sus estudiantes, las desgracias del restaurante escolar.

Desde que supo que voy a entrar a la carrera diplomática la siento distinta. Llevaba varios años recomendándome que hiciera una maestría, que ella me ayudaba si quería. Insistía poco, pero era evidente su preocupación. Ha sido incansable y aún, siendo evidente que nunca lo he sido y que muchos me llevan ya varias vueltas de ventaja, me considera el mejor.

Hoy que nos despedimos en el aeropuerto, supe por qué estaba distinta: finalmente, en lo que parecería un acontecimiento tardío, me estaba entregando a la naturaleza.

martes, 29 de enero de 2013

¿Qué somos?



Con frecuencia se me vienen a la cabeza historias como las de Papillón, Espartaco o el mismo Leon, el de El Perfecto Asesino. O historias incluso más incógnitas pero igualmente estructuradas, en su heroísmo, por la fe ciega en la casualidad.  Como las del Tío Aníbal, personaje recurrente en este blog, que pasó ocho años en la prisión agrícola de Araracuara defendiéndose con las manos de las bestias de la naturaleza, y con la mente de las bestialidades humanas. O la del padre de familia que en un zoológico de California sacó a su hijo de las mandíbulas de un cocodrilo; contra todo pronóstico, porque las mandíbulas del reptil pueden apretar con una fuerza de hasta una tonelada, y no se ha visto en la historia que un hombre levante un peso equivalente.  O las que son frecuentes y cuentan sobre un hombre que se enfrentó solo a cuatro ladrones. O la famosa de David y Goliat. O la menos famosa de San Sebastián que, condenado al asaetamiento, no murió tras recibir una lluvia de flechas en todo el cuerpo y se volvió a presentar al emperador para que cumpliera la ejecución.

Y entonces parece que el heroísmo es solo una fe ciega en la casualidad. O tal vez un desconocimiento completo de las leyes de la realidad. C. Bukowski dijo en una entrevista que "La diferencia entre un valiente y un cobarde, es que un cobarde se lo piensa dos veces antes de saltar a la jaula con un león. El valiente simplemente no sabe lo que es un león. Sólo cree que lo sabe."


En mi caso sé lo que es un león y además les tengo mucho miedo. Pero eventualmente entraría a la jaula. Posiblemente, incluso, me daría mucha risa estar ahí. Ver que el animal tiene grandes posibilidades de comerme y que mi posibilidad de vencerlo desarmado es pequeñísima. Esa pequeña luz por la que se asoma la probabilidad es rara y graciosa y hace que la vida parezca un juego. Y verla como un juego es lo que nos puede convertir en héroes. O simplemente en gente que hace cosas inexplicables, que es casi lo mismo.

El 4 de marzo empiezo la carrera diplomática. Voy a renunciar al trabajo y me voy a vivir a Bogotá. Durante un año no me van a pagar. Durante tres años voy a ganar menos de lo que gano ahora. Dentro de 15 años tal vez sea cónsul. Me da risa. Es como estar encerrado con un león; es como tratar la vida como un juego. La diferencia es que al final no voy a ser un héroe. Solo un cónsul.