Al fin tenía mis zapatos Clarks. Nunca me dieron el toque inglés que perseguía. Si me tomaran una foto de las rodillas hacia abajo todo el mundo sabría que era yo y que los zapatos, de alguna forma, no correspondían a la foto. Otros zapatos que no me hicieron mejor. El señor del lado, por su parte, sí se veía mejor con su blazer. Si le tomaran una foto, el blazer se vería como una parte perfecta de su paisaje personal, casi como una oreja.
Me preguntó si era abogado, le dije que sí y me lanzó una sonrisa de colega. - ¿Se imagina cuánto nos demoraríamos usted y yo, solos en el mundo, para volver a inventar todo?
En ese momento llegó el ascensor. Salieron dos señoras desubicadas, comprobaron que se encontraban en el primer piso y pasaron diciendo Buenas, entre dientes.